192
SUCASUCA
MALLCU
cía divina como Nuestro Señor Jesucristo ni
co–
mo Tuhupa, ni a la manera ele den héroes logo–
sianos de la historia de cada nación del mundo,
su realizar, sus ejecuciones
fueron poco menos
que tristes fanfarronadas , eso sí, muy viriles.
Castigó a una ínclila ciudad, que sin ese inci–
dente tremebundo del sitio
y
asaltos de
1'.7.81,
hoy
sería la cuarta
1
urbe centro
y
sudamericana
y
no la
sexta'.
Y
del fra<gelo la masa del correlativo desan–
gramiento quedó más al nivel del suelo en lo eco–
nómico y lo político. Pero el Espíritu no
puede
frus trarse jamás,
y
tambi én esa vez estuvo
en lo
cierto: pr ci aba liberar a un:1 raza cándida, re–
trazada por pérdida de la carabela en que debió
continuar su e volución,
y en.fmecida . hasta
lo
paroxístico por subhombTes que Ja dominaban.
Y
esa preci$ión del Espíritu er a un aci erto cuyas no–
ciones, con más fuerza qúe a narli e de su tiempo,
tomaron
a
la un idad b iológica de Juli án Apasa,
gran voluntad, sumo fervor
y
pi gmea real ización.
Y
la revuelta fu é una seri e de actos
a
top a tolon–
d,·os.
Pero con sus vicios de pensam ien to y obra, y
sus mo tivados excesos de p as i\lOes, por ser crea–
ción del libre Espíritu e terno. aq uell a ob ra no de–
b ió quedarse ester ilizad a con
el
el
sp cdazami en to
en vivo del Héroe
y
Li bertador·, n i c0n
la asfixia
de sus segúndos. La masa sí, habrá quedado huér–
f ana de ses
~{ ata t·is
de"acertados
p ero
heroicos,
por cua;·c!1la
y
ci nco 1:l ños ; no impor ta.
ya
qu<' la
revo lución tornó en 1.809 a dar el toque de gen e–
rala .
Kata ri , f ué el adolescen te
de la
1
evo~ l!c i ón
iLcrom~v·ricana
contra el
aJJC;ol u ti~n
o
cui"opeo.
l\I urillo, los Yarones de la Junta Tui
ti\
a
y
e! Cr.bil-