ZACARIAS MONJE ORTIZ
193
do, de La Paz, los hombres adultos, que años des–
pués de l sárpico prohombre de Ayoayo, conven–
ciéronse d.e que el mal de hamhre y sed de justi–
cia política, de los bolivianos, no era tratado por
España; que roían otros
male~
la vitalidad míni–
ma de la nacion, y que era nece<>ario dar fin eon
el desajuste social. Y
l.osdoctores de las universi–
dades sudamericanas con los milicianos jm·amen–
tad os de Cadiz, formaron, l a legión pseudoenciclo–
pedista parll hacer inteligible el mensaje del Es- ·
píri tu, que muy d e ligero había oído e interpreta–
do la
gcneraci~n
de los Kataris. Desde el 1.800, La
Paz fué un labora torio de experimentación L losó–
fica, libertari a,
y
contó al efecto
c011
la varor. il re–
solución de su j
tiv~atud
pa trieia, aristocrática,
mestiza
y
aun nati va pura. Y el ve1bo revolucio–
nario fué cpisto1ar
y
proclamático : escribían sus
discursos imprpvi-sados en la Logia del Billar, los
hermanados en el ideal de
d~gnificación
del hom–
bre iberoamericano, y corrían de aldea en aldea,
d mente en mente, sembrando su semilla de luz.
Y f ué también La Paz la que llegó al hecho y pa–
gó o tra cuota de sangre, a los treinta años -de la
muerte de Tupakj Katari la ;;erpiente alicaída.
Es ta gran ciudad dos
vec~s
siti ada, dos veces
inhundada, cien a altada a la bayoneta v otras
t an las saqueada por soldadescas en desborde, si
p or haber rechazado al gran Tupakj Katari, obtu–
vo los títulos de Noble, Valerosa y Leal, según el
rey Cad_os III de España, por su complementaria
revolución a favor de la libertad americana es co–
n oci da por Cuna de libres
y
Tumba de tiranos.
Por Ka tari
y
por Murillo, indio el uno, mes–
tizo el oh·o, e encarnante urbe de la Democracia.
Sus hijós hoy saben que en . Iadrid se planea un
•