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les puesto que alguna cosa habia de. que r eir , ellos antes lloraban' ' _;

Santa Cruz Pachacuti nos hace, se diria, una resefia historica

del teatro aborigen : nos refiere como al nacimiento de Viracocha

"inventaron representacio11es de los farsantes ", y nos da los nom–

bres : "llamadd.s

afiaysaoca, hayachuco, llMna-llam.a, hana11nssi,

etc.'': y Garcilaso nos dice que ''no les falt6 habilidad a los amau–

tas, . . . . para componer comedias y tragedias'' y nos hace la dis–

tincion de. los argumentos respectivos.

Para confirmacion, como diamante oculto entre las astillas de

aquel naufragio, que dice Markham, flotando en el azaroso mar del

tiempo, ha llegado hasta nosotros, invicto e intacto, el

Ollanta,

her–

mosisimo drama, colindante con la tragedia.

El Ollanta aunque de a.utenticidad discutida, es nna de lM

glorias mas nobles y legitimas de la raza. Fuera del general lVIitre,

unico impugnador del drama, la critica unanime lo ha reconocido

como genuinamente incaico, por lo menos en el fondo. No ha podi–

do ser de otro modo. Las inconsistentes razones del comentarista

argentino se derrumban por si mismas: hay al presente, una· am–

plia y f ehaciente documentacion, negada por Mitre, que prueba

historicamente la existencia de la poesia dramatica en la epoca

prehispanica, y aun nos insinua su evolucion; farsas , comedias,

dramas y tragedias, progreso del gen ero epico menor al genero mayor.

El ambiente sicologico de la epoca, en America al tiempo del descu–

brimiento, no excluye la posibjlidad moral-ni material-de la exis–

tencia del drama. La floreciente cultura incaica, ante la cual expre–

saron su asombro los mismos cronistas-Cieza, Jerez, Las Casas, co–

mo hemos visto-con esplendidas ma11ifestac1ones artistica. e.n to–

dos los aspectos, desde la ar.quitectura hasta la musica, la poesia

y

las artes suntuarias, y con un sistema politico y administrativo su–

perior correlativamente al de los pue.blos de Europa, no deja lugar

a duda r especto de la existencia de una dramatica.

Por otra pa.rte, la autenticidad, al menos r elativa, del

Ollanta

esta defendida o acre.ditada por la opinion de verdaderas autorida–

des como Tschudi

(1),

Barranca (2), Markham (3) , Pacheco Zega–

rra (4), Vicente Fidel Lopez (5), Larrabure y Unanue (6), Riva–

.A.giiero (7) y Urteaga (8) .

(1) Antiglieda.des peruanas, por Rivero

y

Tschudi.

(2) Pr6logo de su traducci6n del Ollanta, Ed. de 1868.

(3) Ollanta,, an ancient Inca dram.a

y

Los Incas del Peni, Apen rlice D.

(4) .Ollantai, drama en vers quechuas du temps des Incas. P a ris, 1878. Ver-

si6n espaiiola de 18 6.

(5) Les races Aryennes du Perou.

(6) Monografias hist6ricas.

(7) El Peni hist6rico

y

artistico, pug. 40 a 48.

(8) Pr6logo al Ollanta., edit. Gil, 1936.