MIS MONTA&AS
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brando en el fondo del caos la palabra que crea, que
destruye, que fulgura, que diviniza. Ella, coma la
luz, irradia en todos los rincones \ de la tierra ; y
tambien alli, en el seno de los Iejanos val1es habi–
tados por el salvaje, centelle6 la tribuna, trono de
la palabra que rige la marcha del innumerable re–
bafio humano, iluminando con resplandores intermi–
tentes los arcanos tenebrosos de sus !'eyes eternas.
Pero asistamos a la ·ceremonia religiosa a que lla–
ma la Campana suspendida del arbol vecino. Es la
novena de San Isidro, y- allf esta el, detras de sus
bueyecitos de madera uncidos
al
arado, cuya man–
cera gobierna con la izquierda, mientras con la de–
recha sujeta las riendas de cinta; su cara. morena
y encendida, esta diciendo que no vive a la sombra
de c6modos palacios, sino que desafia los solazos
del verano, para aprovechar las lluvias, que rega–
ron el campo, antes que nuevos catores evaporeq la
f;ecunda humedad de la tierra. Es el el duefio de
aquella novena, a la cual, envueltas en sus mantas,
contritas, silenciosas, asisten fas mujeres de la
al–
dea, los peones de labranza, los mozos de a caba–
llo que viven tras del ganado. Tod'os se han con–
fundido bajo su amparo, y Ios amos ocupan la
ca:–
becera de la congregada feligresf'a.
Alla,
por encima de todas las cabezas, a la
1U2i
debil de un candil de sebo, se distingue
fa
figura
del negro Joaquin, arrodillado en frente del altar,
tieso, inm6vil, solemne, con el rosa·rio en las ma–
nos, con ojos entteabiertos, en ferviente contricci6n,
recitando con voz quejumbrosa y mon6tona coma
cl
quejido del viento en una gruta subterranea la
salutaci6n fantastica de Gabriel a la d'uldsima Mi–
riam de N azaret :-"Dias te salve, Maria, llena
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