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mitido aún con el Señor Cura, dió éste en llamarla "la
pizpireta" ; pero el apodo que se lleyó las auras de la
popularidad fue el de "Gorriona" con que le bautizó un
vecino del lugar, a causa de que no había risco o árbol
del caserío, en que no se viese a la muchacha diaria–
mente encaramada.
iQue rapaza tan de malos instintos!
Parecía no querer a nadie. 8olamenté cOri
un
vie–
jo loro hacía algunas migas,. Y era que el pajarraco rt>–
petía frecueriternente: "Teniente Pérez, Teniente Pé–
rez"; lo cual, junto con una borrosa fotografía con dedi–
catoria~
ayudó a Miquita
a
deducir su abolengo. Indu–
dablemente era hij de un ilustre oficial. Y esto lfl. e–
norgullecía sobue ' anera, p'erm1tiéndola tratar de cholo
a todo
ei
mundo.
. :En efecto
g;
chtca era hija Cie una señorita de la
ciudad, engáñada poT un militar.
*
*
*
Mes de Julio. Los maizales, monarcas en
derrot~,
trajéanse de oro, para afrontar pomposamente el ca–
dalzo de la hoz. El campo exhala el oloroso aliento de
la
recolección. Los cielos ensayan las claras pinceladas
de las tardes de Agosto. ... ¡Vacaciones!....Lo proclaman
los jilgueros
y
pájaros lagartijos. ¡Vacaciones!..,.Lo di–
cen en su lenguaje colorido los infantiles papelotes, de
toreros matices, que revolotean con su tonto orgullo de
aves artificiales.