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y comunicatividad de la maestra, viene la famosa comi–
da, carcoma de uno o dos sueldos de la profesora anfi–
triona. Sobre la larga mesa., sucédense, interminables
y
promiscuos, los manjares populares, los platos de rela–
tiva etiqueta
y
los pasteles importados de
las confite–
rías de la ciudad.
La conversación es una loanza no interrumpida de
la donosa maestra.... "¡Que hábil para la enseñanza!.. ..
ique método!.. ..jmerece una escuela mejor!!".. ..
Miquita, que en ese año deja la escuela,
y
ha mo–
nopolizado los laureles escolares, es tradicionalmente una
de invitados. Allí está en
la
mesa, al 1ado del gallardo
universitario, qeI ",guayaquito ' como élla lo denomina,
con cordiah dad
i
émbozos.
·
Y su risita loca cosquil!lea con dulces
esperanzas
el pecho del estudian ei que da por bien servidos su
viaje de un par de
oras en rústico rocín,
y
sus boste–
zos del momento del examen.
A la noche, el baile.
Mi
quita es el número uno de
de la
soirée.
Danza bailes modernos, aprendidos en ca–
sa de una familia hacendada, venida de vacaciones al
pueblo, el año anterior; coquetea con salerosa precoci–
dad, y, sobre todo, canta. Sus pequeños dedos van por
la entrastadura de la guitarra con ágil gracia de colibrí.
Y su vocecilla se inspira, se convulsiona, reclama,
languidece, muere, con aguijoneos de vaga pasión.
-¡Bravo Miquita!: eres Tma grande artista, diceu
los señores del examen .
Y la muchacha repite el final de la canción de mo–
da, donde se debate una cabaretesca desolación. Sus oji–
tos .bellísimos se velan,
y
vacila su negra cabecita, como
golpeada por el aletazo de un presentimiento brutal.