la
A
venia a Olmedo.
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* *
*
Han pasado
na.damás que irnos cuantos días.
El muchacho pone a UD lado el plato de corvina.,
que fue su paraíso del primer día de llegado.
- ¡No, Do tengo apetencia' ....
Lo párpa<;lo se le caien, y el malestar es gene–
ral. La dueña de la
ca.
a le observa, y m·uza con sn
marido una mir
d,
de alerta. Es raro. Guayaquil Astá
saneado. E extraño; pero decididamente son los terri–
ble síntomas:
n
ieb e amarilla! ....
Y
a la
i
oche, e muchacho, entre las frías sábana
de ho, pitrL!, delfra.
Y
retrocede su exaltada fanta ía a
los barrios de Cuenca de las panaderías, a la fiesta dP.
la
Cruz
del Vado.
Y
ve a la Sagrada Imagen, radiante de luces y
ircundada de ángele de e cultura, con las manos pues–
ta . Pero lo ángeles, al revés del grito de la agorera
Valdivia, tienen un canto de reposo y beatitud.
-"Al
hoyo, al hoyo vas': nó.
¡Al
cielo, al cielo
va
!!....
Y el
m1~chacho
abre los ojos, dil atadas las pupila
de a ombro.
Y ríe con la risotada del rapazuelo que hurtó al –
guno
dulces secos
de la fiesta de la Cruz del Vado, bur–
lando la vigilancia de las vendedoras, sentadas delante
d Ja me illa , adornadas con mantele como de altar.