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La señorita preceptora del pueblo, vestida de rosa,
va afano a de casa· en casa, demandando cabalgaduras,
sillas
y
otro
arneses, para enviar por los Señores Exa–
minadores de la ciudad, que deben venir el día.
si&·uie~te.
P~nque
la sol emne prueba escolar del examen i::e ha
·eñalado' para tal fecha.
Y
cuando el Jurado Examinador está ya en el co–
rredor. de b casuca de escuela, delante de ia mesa en–
carpetada con la más vistosa sobrecama, rompe el Him–
no Nacional, bajo Ja batuta del maestro de canil'la del
pueblo, como un jadeaúte resoplido, al qué pre'stan su
disculpa los draques de bienvenida, lib¡:i,dos por los Se–
ñores Examinadores.
Y
luego la recitación de fábulas, :refugiadas, co–
m~ ~n
último as· o literario, en la borrosa declamacion
de un muchacho campesino.
Y
en seguida la martirizada
lectura, y las eccione
lorescas
y
el absurdo aritmético
de trillones y cuadrillones. P0r úJ.timo, el discurso de
"lau ura, ccw
mímic~ d~
natación o de qracear de cor–
cel.
P ero esta vez e tá pronunciándolo Miguita.,
y
la
naturalidad
y
gr acia "de la muchachuela,
c~utivan .
a la
con¿urrencia pe la ciudad. ' .....
y
nuestra pobre l abor se–
rá flores para nosotros, oscuros escolares de aldea,
si
merecemos
~e
vosotro ,
re~petables
Señores Examina–
dotes, un gesto (\.e
ap~·óbación.
Vue tro
ilustrado crite–
rio.....
~,
Y
los chispeantes ojos de
bre uno de Jo
Exarqinadores,
la. ciudad.'
Tras el examen, calificado
q:oche ele
indifer~ric~a,
y,
'sohre
la
G~rriona
retozi:¡,n
guapo universitario
•
f
'
-
so–
d'e
con mayor o menor de–
todo,· 'seg1.1n
Jás'
gracias
-
1
'