FUNER~LES
INDIANOS
ü a ca uca indi ana, en la cima de
la loma, expande
u11 pungente olor de medi ci11 a. eampestre . En el molino
el e mano están los de echo · m<trtajados de ruda, flor de Cris–
to, romero, claveles, al elí
Y sentad
l·
Q ne r~a
.ele
l ~
e.ouina,
qu~ ~e al~a
como
casa a parte, almuerz¡a
,l medteo rustico. Todo miram1ent.o pa–
ra con él.
~e
1e
trve el caldo del carnero, derribado, por
excepción irn
udit~
p ra alimento del enfermo.
Y por
l est-recl1
endero en ziz zag, que asciende a
la casa, a orna con azorado ro tro la ruja de familia,
una
iudiezuela rosagante. Viene de consultar con el adivino. Y
el brujo desahucia. El paciente morirá, pues no se halló la
flor de la hierbabuen a para el brehaje del caso, el buho se
posó en los brazos de la cruz de la loma,
y,
sobre
todo,
la
gallina cantó.
---iTaita e muere!
La famili a zurró al perro de la casa, que aulló de -
de las primeras noches de la enfermedad, pero no obstante
ésto el perro tornó a aullar,
y
el
cuzcwngo
(buho) graznó
ya en el árbol mi mo del patio.
---iTaita se muere! .
.
.
Ni el Amito de Belén [efigie de Cristo, del pueblo]
m Mamita del Cisne, ni el agua de San Vicente hicieron