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Luego e van. El difunto queda sepultado,
y
esto bas–
ta. E so
es todo. Ha
ganado en
funeral
a la bestia de
carga,
a
la que
tan sólo se arroja sobre el campo.
De regre o a la
ca a moituoria, es el
juego de los
auquis.
u
A
.
uquis
somos,
del cielo venimos,
y en nombre del muerto,
pan pedimos."
Y algunos
indios del acompañamiento,
atiplando
la
voz, van por el éaID¡pO en carrera, cabrioleando,
y
repi–
tiendo con
u voz
de
falsete el
estribillo de
u
Auquis
omos" en caqa
ca:s_a,
Y
es
la consentida rapiña de rito.
v.Auquis
somos' .
.
.
y
ora es la
gallina que arre–
batan, o el
pilchi
(cuenco de calabaza) de huevos, o el
char–
qui
(carne de cerdo) que se orea en la percha del co–
nedor.
Al
quinto
día de la muerte, el
cinco.
En el sombrea–
do
arroyo de la quebrada una
hila de lavanderas la–
va
la ropa del difunto, usando
de hojas de penca, en
lugar de jabón. Con
la creencia de una
especie de
a–
blusión purificatoria.
Y
e
deber del viudo o viuda ba–
ñar e, si no lo conmutan con una botella de aguardien–
te.
Y
luego
las mujeres
se agrupan ruborizadas. Es la
pantomima del
"burro" el innoble humorismo de
un co–
nato de atropello.