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.-133 -

Y pa.r ece invitar a ell o

b

larga y t rigueña Cfl rret.era

de San Roy_ue, tendida do

;111

¡,,ve tul de lun a,

y

en cu–

yo confín se columbra, c0mo un peldaño de eielo, un pi–

cacho azul de la cordillera.

Pero nn auto qu e trae un grupo de diverti dos d"' u–

na de las casas de recreo de la carretera, disuelve Ja

procesión.

Con los restos fórmas e un t'iltimo grupo, riue se

sienta en el andén de un a grande casa

anti gua, al

oriente de la plaza Sucre.

Ahora

~e

va a contar euentos de príncipes

y

de prin–

cesas, de pájaros que hablan y árboles que cant an, de ca –

pas de oro y manja;res de perlas, !lllombrand o cien mil ve–

ces en cada cue o a

Su Saquerrial llfajestad

[Sacr a R eal

Majestad].

Y en las ye i.10ñas almas de los gr anujas morl aeos,

asomadas a sus caritas, ·nme1asamente ateutas, l a poes:ía va

a poner un primer estremecimiento, confuso

y

lejano.

"Había tres princesas, color del sol y de la luna. La

una se llaILaba Rosa Nieve, la otra se llamaba Rosa de

Oro y la otra se llamaba Rosa Azul. Todas tres bebían de

una fuente de plata, y todas tres se enamoraron de un

ruiseñcr. Pero ya mil años que no salía la luna, y Su

Real Majestad . . . . . . ''

Y el cuento termina entre el religioso embobamien–

to de la chiquillerfr, que se impresiona,

y

calla. Y eu sus

almitas oscuras el éxtasis bate pesadamente sus alas, por

la primera vez. Y todo el menudo auditorio, pendiente de

la feérica leyenda. es un musgo de poesía que crece en

las escalinatas de un castillo del arte. Porque en esa rasa,

a cuyo alero se acoge a soñar la chiquillería, con delicada

inconsciencia, vivió Don Luis Cordero, el ex--Presidente