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bino el e que

le hubiese cabido en suerte pertenecer a los

demonios. Y es arrastrado al pie de

la cerca, donde va

formándos e el grupo de

los diablos. Los más de éllos chi–

quillos sin chaqueta, ceñidos

los

calzones por una faja ro–

ja, panzudos, delatores, a

la

legua, de su entronque

he–

rreril o matarife. P orque los dirigentes del juego comien–

zan a comprender que, aunque fuese con trampa, no se ha

de hacer

recaer los papeles meuos

galantes en

los ni–

ños bien trnjeados, o que se llamen con un nombre menos

quiehua que los demás.

"Andalacio

por palacio" .

Pero

en

lo mejor del

juego, cuando es

la embria–

guez

de

la cll' quilleria,

y el bada Travesura ha ador–

mecido todas

la

enurias domésticas o escolares de los

<:hicos,

f'n lo mejor ael

~uego,

cuando aún es muy tem–

prauo, y

la luna brilla más,

la voz avinagrada de una

frondosa abacera viene a davarse, como una uña de bru–

ja, en

el más

ilusionado corazón infant

il.

-Longo,

longo el diabl0, ¿dónde

and.as

metido?

-Ya voy, niña, ya voy.

Y

desprendido

del grupo, un bultillo humano

lán–

zase,

en penoso y grotesco

trote, a

atender el

llama–

miento

patronil. Es un pequeño sirviente de tienda. Una

gorra desproporcionada y grasienta cubre la esférica cabe–

za, en la que se eriza el

capello, 11ec011tado a flor de

periicráneo,

y

una descomunal americana,

el saco de des–

hecho del patFón, casi Gubre

los calzones,

desmesura–

damente

anchos, que

van temblando, .no obstante la

ba–

sura, acumulada allí, como un

seco almidón. Y en

el