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ERNESTO MORALES
ficios tangibles en los campos brotados de maiz
y
de
llamas
o
vicufias,
en el ambiente dukemente
cali.doque lo acariciaba. La grandeza palpable, la
de los sentidos, la recibian del sol,
y
a
et
le con–
sagraron las fiestas de la guerra que, a su vez, era
la que daba grandeza fisica al lmperio.
He aqui en que constituia el festival mas pinto–
resco
y
esperado de todos, el
Huarachicu:
Vestidos
con los
huaras
(
calzones tejidos con fibras de
lla–
mas)
,
calzados con las
usutas
(
sandalias de jun–
co) , cubiertos c,on mantos de lana blanca; los
mancebos, acompaiiados de sus parientes vestidos
de amarillo, entraban en la plaza principal. Alli
los exhortaba el Inca,
y
luego se iban a hacer sa–
crificios a
Huanacauri,
colina sagrada, donde pa–
saban la noche entre plegarias. Al otro dia enca–
minabanse a un barranco llamado
Quirirmanta.
En
et
azotabaseles para probar su resistencia; lue–
go volvian al Cuzco en procesion, conduciendo
llamas
para los sacrificios. Y alli se les volvia a
azotar. Seguia a esto tres dias de ayuno. Y, entre–
tanto, el pueblo entregabase a la danza
y
a las
libaciones.
Venia despues la prueba de la gran carrera. Par–
tiendo de un cerro llamado
Anahuarqui,
los pos–
tulantes, en numero de varios cientos, corrian has–
ta la plaza del Cuzco. Aqui los aguardaban don–
cellas con vasijas de chicha para confortarlos. En
el camino se apostaban los parientes, que los ani–
maban a correr. El que llegaba primero
y
los sub-