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bara

y

rrect en t ro

a a l las don e passo su per ona

ucho rri go por u la ponia siempre en la delantera ...

»

(P

EREZ E

Z

URIT

.A,

op .,

pág. 5

3 ) .

Por

u

p arte, otro conquistador (Santiago de Carvale–

do, re i e te en La Plata) no di ce que «mient ras tubo

a u

ca rgo el g ierno

le

aquella tierra [de Tucumán ] la

t.nbo [PéT z de Zurita

l

en tanta quietud y sosiego que los

yncljos q

ie

<le a.n tes estaban en guerra y rebelados e ta–

ban tan ose

0

·ado y quyetos que entraba un honbTe solo

desde e. ta tier ra [del Perú]

y

venia una mujer sola sin

que ningun yndio la enojase

y

assi este testigo fue a

aquell s provingias solo

y

llebo quatro my ll obejas sin

que ni gnn yndio le enojase ni saliese al camino ...

»

(Op.

ci t.,

pág . 548 -549). Lo cual otros conquistadores 0orro–

boran.

Sin embargo, dmante su gobierno, P érez de Zurita no

pudo librarse de algunasTevueltas de los propios españo–

les. Una fué la .sublevación de su teniente Juan Berzoca–

na, en Santiago, mientras él anclaba pacificando a los ju–

ríes; por lo cual tuvo que castigarlo con severidad. Otra

' fllé la insurrección, en 156J, de los habitantes de

Lon–

dres

encabezarlos por Rodrigo de Aguirre, sobrino de

Franci co de Aguirre; pero también P érez de Zurita la

r

primió con ener gía, mandando ahorcar a Rodrigo de

Aguirre

y

a

otro cabecilla (Véase SILVA

LEZAETA,

op.,

pág. 182).

I

(51) Declara un vecino de Santiago (Alonso de Contre–

ras) que «:por auer preso ... gregorio de castañeda, al di–

cho juan p erez de 9orita los yndios se

al~aron

y

no le

quisieron servir al dicho castflñeda ...

»

(Cabildo de San–

tiago,

op.

I,

pág. 199). Lo que corrobora otro (Pedro Xi-