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mucho tiempo, sin duda, las habladurías de los ve–

cinos, no solamente de esa ciudad sino también de

las otras de la Gobernación. El joven Juan Bautista

Muñoz, hijo del acaudalado vecino y venerable con–

quistador don Juan Bautista Bernio, fué el protago–

nista. Era casado y quizá con familia en la ciudad;

pero había abandonado su hogar, al pareüf3r, para

ir

a vivir en la earnpaña 'con tres o quatros indias de

los pueblos de su padre' ... Al saber que el severo

Gobernador Juan Ramírez

de

VeJasco había manda–

do hacer información de esto, que 'a nadie perdona–

ba' en este sentido y que le había 'de quitar sus

mancebas', resolvió huir con ellas a los montes, lle–

vrnclose una partida como de cincuenta in iios para

resistir en caso necesario. Despachó entonces

el

go–

bernador, desde Santiago, 'un capitán con cincuenta

oldados' en su persecución. Con el mismo objeto

salió de San Miguel un teniente con veinte hombres,

, y

't

~aber

el resultado, con otros cincuenta reunidos

en Talavera

y

Santiago, vino el Gobernador en per–

sona para San J\figuel. Entretanto, Muñoz

y

su par–

tida halJíanse 'snl>ido

a

la sierrra

con

los yndios de

guerra que

confinaban

con los

de

Chile, gente muy

belicosa' . Cnanclo lo alcanzaron, se les resistió dos

o

tres veces,

p

ro al fin 'le prendieron'. Traído a San

-:\'.fignel, el Gobernador

mandó que

lo llevasen a San–

tiago, 'para hazer justizia

dél

con

los derna.s culpa–

dos' ··· Sin embargo no llnbo, al parecer, un castigo

extremo para el joven Muñoz (85).