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la
peculiarid~d
más atrayente del mercado, me da
substancia para una observación capital : usan los
indios
~l
casquete imitando la borgoñota de los
soldados de Pízarro. Característica regional de los
autóctonos de Potosí, la montera de los indios es
una especie de solideo, con una pequeña faldilla
terminada en dos picos que caen sobre las orejas.
Las
mujer.esllevan este mismo casco, pero guarne–
cido de anchas alas o del tipo de una ba.é'ía de
barbero, la
~opa
bordada con flores de color y di–
bujos sencillos.
Me explico, fácilmente, la perpetuación de esta
pieza de vestir. Después de la conquista, impresio–
nado el pué6lo aborígen por la toma del Cuzco y
la muerte de
:A
tahualpa, llevó a su coreografía una
danza
de
si
lis o
errel'o e donde aparecen
P'izarro
y
sus
e
te
arodiados en su vestimenta
militar.
E~
baile deno · aJdo entre los a:vmaras
'' ppackoches ''
y
que asó .muy luego a los que–
chuas, fué tam ié-n una farsa irnitativ donde los
danzarines vestían calzón co.rto, casaca a la antigua
usanza, peluca rubia y el consabido
~asco
de lata o
de cartón, rodela de cuero
y
espada de mádera.
No
faltan historiadores que suponen en la crea–
ción de estas parodias el propósito de ridiculizar a
los soldados castellanos, herida, com" se sintió la
nación indígena, por la invasión arrolladora. Dado
el carácter de la mayor parte de las danzas inter–
pretativas que incorporaron a su arte coreográfico
los aborígenes, me inclino a creer que los españoles,
lejos e sentirse molestos por la forma caricatura!
de sus bailes, fomentaron esta manera de dar ex–
pansión al espíritu nativo, usando de la danza como
un medio propicio
y
seducente para allanar difí-