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Yo conocía la Matriz, pero por su aspecto super–
ficial. Aquel frontis anodino, sin gracia, sin vigor,
poco incentivo puede presentar al forastero. Sus
puertas tienen, sin embargo, toda la esbeltez del
compuesto, con columnas graciosas y sobrios arqui–
trabes. No se puede pedir una fábrica más sencilla.
Pero es que el esfuerzo arquitectual está en el in–
terior de la iglesia. 'Interin los de San Lorenzo
cincelaban las piedras de su pórtico monumental,
la Matriz primitiva levantaba sus adobes desde el
cimiento hasta las cúpulas. .Pero esta improvisa–
ción de tres años no podía retar al tiempo en su
tremenda ejecutoria. Y mientras San Lorenzo, re–
legada a capilla de segundo orden, seguía impo–
miendo la gloria de sus pied¡ras, la Matriz comen–
za a a
~0Rizar
con el desprendi'IIliento de sus to-
es fleleznables.
ero no debía rp.orir. Sobre la
bas an.@gua ue remarcó Ja inspiración
y
el sen-
. ie:nto
ele
un artista español, mano americana
impondr a uevos glr'os a la iglesia tradicional.
Fué entonces -
1807 -
cuando el criollo fray Ma–
nuel Sanauja, que oficiaba la modesta vicaría de
Moquegua, recomenzó la obra. ¡Y qué alma de ilu–
minado puso este arquitecto!
Las bóvedas de la iglesia están sostenidas por
ocho columnas de orden compuesto, de una origi–
nalidad excepcional. Hay en el consorcio de bó–
veda
y
col1l.IJúla, un trasunto de la iglesia de La
Seo de Zaragoza o más bien de una de las capillas
de la. catedral de Toledo, obra del siglo XV. .Cada
columna está formada, en toda su extensión, por
cuatro medias columnas que armonizan con una
perfección impecable de elegancia
y
solidez. No
tienen pedest:tl. Capiteles, arquitrabes, frisos, cor-