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PLATA

:Y

BRONCE

*

*

*

Como su padre no volvió,

s~e

levantó Manuela en

cuanto claneó el alba y desatendiendo los ruegos de su ma–

dre íue a la hacienda.

Escuclió de boca del hijo del mayordomo, de Luis, la

nueva de la desaparición de Raúl y de Rugo asesinados,

y

cómo se hallaron sus camas llenas de sangre.

No quiso saber más. El héroe protervo de esa hazaña

era su padre.

Por qué se lleva el cadáver ?-pensó la longa que qui–

zá ya sentía en sus entrañas el palpitar de un nue' o ser

que le recordara a Raúl, al patroncito adorado .....

Y quiso encontrarlo. Volver a ver la cabeza inerte

que ya ·,mro en sueños. Besade así, inanimada

y

iría, y

sin poder causarle daflü ....

La torrentera le vió errar sin rumbo, fantasmal e in–

cansable. Buscó todo el día

y

no halló nada. ·Como dor–

mida se tendió en ·la tierra a él.ecansar porque la noche

no le permitía continuar su exploración. Sin comer, con

una Namaracla de fiebre en las pupilas dilatadas, los ojos

enrojecidos por las lágrimas y el afán de mirar. prosiguió

su trabajo al otro día.

Para sus ojos jóvenes

y

expertos no se perdió una

ht11ella de gotas de sangre que observó en

el

camino, ni en

las hierbas húmedas ele los potreros, ni en la tierra reseca

de los r astrojos. ni en las arenas calcinadas del lecho del

torrente. Nadie vió después esa huella. Sólo Manuela

que la siguió impasihlte, con indígena testarudez.

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