PLATA
:Y
BRONCE
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Como su padre no volvió,
s~e
levantó Manuela en
cuanto claneó el alba y desatendiendo los ruegos de su ma–
dre íue a la hacienda.
Escuclió de boca del hijo del mayordomo, de Luis, la
nueva de la desaparición de Raúl y de Rugo asesinados,
y
cómo se hallaron sus camas llenas de sangre.
No quiso saber más. El héroe protervo de esa hazaña
era su padre.
Por qué se lleva el cadáver ?-pensó la longa que qui–
zá ya sentía en sus entrañas el palpitar de un nue' o ser
que le recordara a Raúl, al patroncito adorado .....
Y quiso encontrarlo. Volver a ver la cabeza inerte
que ya ·,mro en sueños. Besade así, inanimada
y
iría, y
sin poder causarle daflü ....
La torrentera le vió errar sin rumbo, fantasmal e in–
cansable. Buscó todo el día
y
no halló nada. ·Como dor–
mida se tendió en ·la tierra a él.ecansar porque la noche
no le permitía continuar su exploración. Sin comer, con
una Namaracla de fiebre en las pupilas dilatadas, los ojos
enrojecidos por las lágrimas y el afán de mirar. prosiguió
su trabajo al otro día.
Para sus ojos jóvenes
y
expertos no se perdió una
ht11ella de gotas de sangre que observó en
el
camino, ni en
las hierbas húmedas ele los potreros, ni en la tierra reseca
de los r astrojos. ni en las arenas calcinadas del lecho del
torrente. Nadie vió después esa huella. Sólo Manuela
que la siguió impasihlte, con indígena testarudez.
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