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venera:ban o temían : dioses, hombres, astros, animales, rayos; com–

binando estos elementos de acuerdo con sus creencias, cultos, supers–

ticiones y propósitos estéticos. El conjunto parece a veces una fan–

tasía y deja :de serlo cuando se analizan las partes, pues éstas res–

,ponden a realidades prácticas y conceptuales de .Ja vida primitiva.

IDn

sus monumentos, en sus tejidos, en su cerámica, puede leerse

como en un libro de sociología, los capítulos de su capacidad creadora,

de su talento estilizaido·r, de sus há:bitos .privados, de su gr.ado dt:

prog·reso, de sus enfermedades, de su indumentaria, de sus

vicios~

por fin, .Jo.s animales, las plantas y los comestibl<es de calda región. Lo

predominante: las imágenes más reiter.aidas, son escenas de las

leyendas .preferidas, símbolos de fuerzas mito.lógicas unidas o en

'

pugna unas con otras, ·bestias elevadas a la categoría de totems o

dioses lares con aspecto convencional, generalmente antrO'pomorfo.

Hoy, las tradicione_s comparadas, recogidas por los folkloristas, aso–

ciadas a los descuibrimientos de antr0tpólogos y de

1a

arqueoilogía, van

poco a ¡poco acilitando

i;

comprensión. !Es o:bvfo que en todas las

regiones americanas en que se hiciera oi·r el

rug~do

del tigre, fuera

ese. animal pode11oso ·el ue ocup ra la menite de los i.ndí:genas. De

allí que d e empeñe un papel preponderante en las leyendas religio–

sas,

1

hi s rie-as y astronómicas y que por lo mismo, figure con tanta in–

sistencia en 1as r epresentaciones artísticas que .}as evoean.

Aparece el .felino en la mayoría de lias tradiciones míticas, unido

a 'los astros, especialmente la luna, y asociado a la idea de la divinidad

y del hombre. Yá en 1888, Don Samuel Lafone Quevedo escribía, refi–

riéndose a los diaguitas de

Catamar.ca

: "Hasta el día de hoy, el pueblo

bajo die todos aqueBos lugares .cree 1que muchos de los ti'gres (utu–

runcos) son ·hombres transformados, y para ellos tiene ailgo de

non

san e-to

el que .Jos caza; cuando la fiera llega a mascar, como dicen,

a su cazador, parece 1que causa cierto ,p.J.acer ·a los que oyen o

cuent~n

del lance".

(11'3).

(113)

"Lon¡lres

y

Catamarca". Pág.

256.