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En
el curso de su estudio censura el señor Boman el error de
·ha1ber iutilizado ·el término " calchaqui " por el de " diaguita ".
"La literatura arqueológica -
dice este sabio -
(y podría agregar:
la histórica), emplea los nombres de "calchaiquies'', "región calcha–
;qui", "civilización calchaqui", al r-eferirse a toda l:a región diaguita,
y
los calchaquies sólo habitaban uno de los valleE interandinos, el lar–
go y estrecho valle calchaqui que corre de norte a sur cerca del límite
oeste de la provincia de Salta, al pié de la cadena que .separa esta
provincia de la parte mer idional de la Puna de Atacama.
~or
los tes–
timonios de los Padres Barzana (38) , Monroy, Romero y Techo, ha–
blaban kakan y por
fo
tanto debían ser diaguitas. Lo.s primeros his–
toriadores, Techo por ejemplo, no désignaban como calchaquieE sino
a los del valle calchaqui, clasificándolos entre los diaguitas. Pero
Lozano con su falta de
preci~ón
en las definiciones geográficas y
técnicas, emplea
1a
palaibra "calchaqui" sin discernimiento (á tort
et
á
traver s ). Este empleo tan amplio y tan vago del término Cal–
chaqui dif ·cult a los estudios arqueológicoE, dá lugar a concepciones
erróneas acer ca de 1 geografía étnica del territ orjo andino de la Re–
púb1ica Argentina
y
provoca una onf
ión lamen able de los pueblos
de esa regíón '.
Oportunísima f ue esa rectificación del señor Boman, que des–
pués él reiterara en otros trabajos,
y
que fué finalmente aceptada
en los c:ongreso.s de americanistas, Eustituyéndose desd'e entonces al
térmi.noexcesivamente generalizado de cak haqu i el que r ealmente
le pertenece, ó sea diaguita.
Los calchaquies ocupaban una extensión de treinta a treinticin–
co ·leguas que comenzaba en el valle de Santa María, en el extremo
norte de Catamarca, y terminaba por Casabindo (39). Constituían
las cuales permiten extender, aproximadamen·
te, hasta el paralelo
J2
el
límite de aquella
cultura". Por otra parte, el mapa étnico del
señor Boman extiende también la región día·
guita basta la región montañosa de San J uan,
dejando a los Huarpes en los llanos.
E n cuanto al
límite de Tilcara, en Jujuy,
aceptamos la conclusión de Ambrosetti y De·
benedetti, e n esa parte de la quebrada, y he–
mos
llevado los límites de los diaguitas más
a~
Norte, en
la Puna de J ujuy hasta Ca·
sabindo,
fu ndándonos para ello en documen·
tos
históricos
de distintas y
buenas
fuen-
,
tes que iremos utilizando a lo largo de nues–
tro relata.
(38) Es Barzana y no Bárcena como ha solido
escribirse. Véanse "Papeles de la Audiencia de
Charcas". Tomo II página
6.¡
y "Gobernadores
del Tucumán", Tomo
I,
páginas 238 y
26Q.
(39) De este valle decía Pedro Sotelo Nar–
vaez, en su relación, en 1585, aproximadamente:
" Acabase este valle cerca de la puna de los
indios de Caxabindo questan cerca de los Chi·
chas cuya lengua hablan demás de la natural
suya ques la diaguita". Ya en esa época la ac·
ció,n hostil de los indios llegaba hasta el extre·
mo límite del T ucumán, en el Norte.
(R.
G.
1.
Tomo II, página 148).
El Gobernador del Tucumán J uan Ramirez
de Velasco llevó a cabo una expedición con