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-32

En

el curso de su estudio censura el señor Boman el error de

·ha1ber iutilizado ·el término " calchaqui " por el de " diaguita ".

"La literatura arqueológica -

dice este sabio -

(y podría agregar:

la histórica), emplea los nombres de "calchaiquies'', "región calcha–

;qui", "civilización calchaqui", al r-eferirse a toda l:a región diaguita,

y

los calchaquies sólo habitaban uno de los valleE interandinos, el lar–

go y estrecho valle calchaqui que corre de norte a sur cerca del límite

oeste de la provincia de Salta, al pié de la cadena que .separa esta

provincia de la parte mer idional de la Puna de Atacama.

~or

los tes–

timonios de los Padres Barzana (38) , Monroy, Romero y Techo, ha–

blaban kakan y por

fo

tanto debían ser diaguitas. Lo.s primeros his–

toriadores, Techo por ejemplo, no désignaban como calchaquieE sino

a los del valle calchaqui, clasificándolos entre los diaguitas. Pero

Lozano con su falta de

preci~ón

en las definiciones geográficas y

técnicas, emplea

1a

palaibra "calchaqui" sin discernimiento (á tort

et

á

traver s ). Este empleo tan amplio y tan vago del término Cal–

chaqui dif ·cult a los estudios arqueológicoE, dá lugar a concepciones

erróneas acer ca de 1 geografía étnica del territ orjo andino de la Re–

púb1ica Argentina

y

provoca una onf

ión lamen able de los pueblos

de esa regíón '.

Oportunísima f ue esa rectificación del señor Boman, que des–

pués él reiterara en otros trabajos,

y

que fué finalmente aceptada

en los c:ongreso.s de americanistas, Eustituyéndose desd'e entonces al

térmi.no

excesivamente generalizado de cak haqu i el que r ealmente

le pertenece, ó sea diaguita.

Los calchaquies ocupaban una extensión de treinta a treinticin–

co ·leguas que comenzaba en el valle de Santa María, en el extremo

norte de Catamarca, y terminaba por Casabindo (39). Constituían

las cuales permiten extender, aproximadamen·

te, hasta el paralelo

J2

el

límite de aquella

cultura". Por otra parte, el mapa étnico del

señor Boman extiende también la región día·

guita basta la región montañosa de San J uan,

dejando a los Huarpes en los llanos.

E n cuanto al

límite de Tilcara, en Jujuy,

aceptamos la conclusión de Ambrosetti y De·

benedetti, e n esa parte de la quebrada, y he–

mos

llevado los límites de los diaguitas más

a~

Norte, en

la Puna de J ujuy hasta Ca·

sabindo,

fu ndándonos para ello en documen·

tos

históricos

de distintas y

buenas

fuen-

,

tes que iremos utilizando a lo largo de nues–

tro relata.

(38) Es Barzana y no Bárcena como ha solido

escribirse. Véanse "Papeles de la Audiencia de

Charcas". Tomo II página

6.¡

y "Gobernadores

del Tucumán", Tomo

I,

páginas 238 y

26Q.

(39) De este valle decía Pedro Sotelo Nar–

vaez, en su relación, en 1585, aproximadamente:

" Acabase este valle cerca de la puna de los

indios de Caxabindo questan cerca de los Chi·

chas cuya lengua hablan demás de la natural

suya ques la diaguita". Ya en esa época la ac·

ció,n hostil de los indios llegaba hasta el extre·

mo límite del T ucumán, en el Norte.

(R.

G.

1.

Tomo II, página 148).

El Gobernador del Tucumán J uan Ramirez

de Velasco llevó a cabo una expedición con