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LA ESFINGE INDIANA

aquella pared (la pared oeste del Kalasasaya) y hemos encontrado

um1

diferencia en la orientación de

65

minutos y 30 segundes".

Puede estar seguro el señor Posnansky, de que, si en

1920

la per–

pedicular a

la

pared Oeste del Kalasasaya no ha coincidido con la som–

bra del sol durante el equinoccio, describiendo en cambio un ángulo de

65

minutos y medio, quiere .decir que ese mismo ángulo lo ha descripto

en los instantes equinocciales de

1900;

del -año de la revolución fran –

cesa, del año del descubrimiento de América, y si queremos suponer ya

levantada esa pared, también en el año del paso del Mar Rojo.

Hablar de diferencias

en la oblicuidad de la eclíptica

es muy dis–

tinto que invocar diferencias de la

posición del sol respecto a la tierra,

en el sentido que lo hace Posnansky, al suponer una global y progre–

siva ruptura de los equilibrios que regulan el sistema solar. Tan sola–

mente podrían suponerse esos cambios admitiendo que la tierra saliese

del pÍano de la eclíptica. Todavía no se ha oído que el centro de gra–

vedad teng-a la costumbre de dar brincos. sobre el plano de su órbita. ·

He sometido a un especialista, juntamente con otros puntos, tam–

bién el dato de- las observ dones del Celeste [ nwerio, como se encuentra

consignado en la prosa cle Posnansky, y las conclusiones respectivas. El

Doctor Francisco PIN6SDe>RF, ya astrónomo de los abservatorios de

Bonn y Gotinga,

y

después de Santiago de Chile, hoy profesor en la

Universidad el Litoral, textualmente me comunica a este respecto :

"Para el ángu1 de la eclíptica que coliresponde a la. época anotada, ·

2700 años antes de

C.,

el cálcu o me ha dado 24

9

3'.

Toda la diferencia

con la medición china es de 9 minutos, que bien puede cargarse a

la

inexactitud de las observaciones antiguas. En cuanto a la conclusión, es

un despropósito".

Los Chinos, según la misma enunciación de Posnansky, "midieron

con un gnomón de 8 pies la sombra del sol a mediodía, en los solsticios

de invierno y de ver.ano", es decir, el ángulo de declinación máxima,

y

se equivocaron tan solamente en

9'.

Es esta una diferencia mínima,

para esos tiempos. Pero lo que más habla en favor de tan antiguos astró–

nomos, es que no intentaron, como pudo hacerse en nuestros tiempos,

medir la declinación solar en el equinoccio, lo' que vale como dar dimen–

siones a la nada.

Invoca Posnansky

(XXXI,

p. 39) el ejemplo de las pirámides.

Midiendo el ángulo que hoy describe uno de los lados de una pirámide

egipcia sobre

la

línea Norte-Sur, habríase calculado la antigüedad de

su edificación, siempre por la famosa idea de que, variando paulatina-