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LUCHA DE MÉTODOS

negado tan solamente que mediante el "simbolismo" de la portada pu–

diese llegarse, rigurosamente, a tal conclusión. De seguro los que se

empeñaron en hacer admitir la naturaleza solar del símbolo de la portada,

no se dieron cuenta de que así obrando condenaban irremisiblemente la

antigüedad de las construcciones de Tiahuanaco.

Ya nadie acepta, en el C!lmpo teórico, que el culto solar fuese, en un

punto cualquiera del globo, el fundamento primitivo de todo desarrollo

religioso, como pensaron, después de los lluministas, MÜLLER, T AYLOR

y SQUIER. Como en Mesopotamia, después de la victoria de Akad so–

bre Sumer, y en Egipto después de la unificación de los nomos bajo el

empuje del clan de Horus, también en

el

Perú hay sobradas pruebas de

que la heliolatría fué la imposición de un clan victorioso.

También aquí encontramos a la base un polidemonismo chamánico,

cuya evolución culminó en la formación de cultos totémicos, con am–

plias consecuencias en el orden religioso y político. La más expresiva tra–

ducción que conviene a la voz

huaca,

a pesar de las variadas aplicaciones

que tiene en el Perú ese misterioso vocablo, es la palabra

totem

(XXIX,

p. 568). Abundantísima es

la docu:meQtación de los Cronistas: los

Chancas descienden de un puma, y en las fiestas se atavían con máscaras

leoninas (XXIII,

ti.

],

p. 119) ; a leones y tigres sacrifican los habi–

tantes de Tumpiz cora ones humanos

(XXII~,

t. 1, p. 305); tigres y

leones se honran tambtén en Pumallacta y Caranqüe y en esta última

también serpifontes (XXIII,

t.

1, p. 2 71

y

2 74), y las tiribus de Manta

adoran una esmeralda (Il, cap.

L.) ;

los indios Antes de la costa el

jaguar, como en Chacurpu y Huanuco (XXIII, t. I, p. 122, 185), en

las regiones de Huarochiri y Chachapoyas se

rendía culto al cón–

dor

(XXIII, p. I; XXV, pág. 142)

entre

las Huancas al perro

(XXIII, p. 1) ; un barrio del Cuzco honra al ñandú, mientras

en

la costa abundan los antecesores

(pacarisca

o

pacarina)

piscifor–

mes (XXVII, p. 233-234). Naturalmente, en algún sitio se nos seña–

lan dos o tres cultos, porque el viajero no ha sabido distinguir

el

que

reune los caracteres peculiares del totem, es decir, el concepto de proce–

dencia genésica, y las prohibiciones

(tapu)

que lo acompañan. Sin em–

bargo tenemos precisa noticia de que aquellos indianos que se creían

generados por el tigre o el león, preferían ser víctimas de éstos, antes

que huir (XXIII, parte

1,

lit.

1,

cap. 9) y a los adoradores del cóndor

estaba prohibido matar esos animales (XXV, p. 130).

Ignoran los Cronistas el valor que tendrían para nosotros estas re–

ferencias,

y

en general condenan dichas costumbres como supersticiosas,

basta con un

cierto~

rubor (Garcilaso) ; sin embargo, reuniendo los hilos

de la trama, tenemos un cuadro de una unidad admirable. Vemos de-