CABEZAS-TROFEOS
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FlG .
57
Pintura
de
un vaso de Trajillo
(Joyce)
.
En Ancón están enclavadas en una de las extremidades de un palo, con
un realismo que nos recuerda las amplias mutilaciones del hueso occi–
pital descriptas por
el
mismo Tello,
y
que, con un cierto sentimiento de
repugnancia, hemos observado directamente en os treinta o más cráneos–
trofeos retirados por las expedi<riones de
Ja
Facultad de Filosofía
y
Le–
tras de los cementerios de la
uebrada de Humabuaca, estudiándolos,
como hemos hecho, en las colecciones del Museo Etnográfjico. En Tia–
huanaco las cabezas forman en cambio un apéndice o adorno que cuelga
de ambas mangas de la camisa., o
cuxma,
Esto nos dice que no son ver–
daderas cabezas,
y
o confirma
la
sucesión de
seis cabezas en
fila,
puestas como adorno
terminal de la falda de
la misma
cuxma.
Evi–
dentemente se trata .de láminas metálicas que llevan
los
rasgos de
la
cara humana,
y
así · lo confirma la técnica con que están grabadas, que
es la. misma del adorno metálico pectoral. Acaso resulta de sumo interés
consignar esta circunstancia, de que la costumbre originaria del trofeo
ha sido substituída por imágenes. Mucho camino, pues, en el proceso
de suavizar las costumbres, separa al artista
y
la sociedad que levantó
Tiahuanaco de los artistas
y
sociedades civiles caracterizadas por Majoro–
cbíco y Ancón, en que perdura el macabro realismo de los cetros-trofeos
y cabezas colgantes. Podría deci rse que tales representaciones fueran olvi–
dadas por completo en Tiabuanaco sí no reapareciesen en escala infiní–
tésima en
el
diminuto personaje que toca la corneta
y
está colocado en el
friso meandriforme, con significado puramente exhornatívo.
Es necesario establecer que no he negado la posibilidad de que los
edificadores de los edificios estuvieran convertidos a la heliolatría. He