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CABEZAS-TROFEOS

229

FlG .

57

Pintura

de

un vaso de Trajillo

(Joyce)

.

En Ancón están enclavadas en una de las extremidades de un palo, con

un realismo que nos recuerda las amplias mutilaciones del hueso occi–

pital descriptas por

el

mismo Tello,

y

que, con un cierto sentimiento de

repugnancia, hemos observado directamente en os treinta o más cráneos–

trofeos retirados por las expedi<riones de

Ja

Facultad de Filosofía

y

Le–

tras de los cementerios de la

uebrada de Humabuaca, estudiándolos,

como hemos hecho, en las colecciones del Museo Etnográfjico. En Tia–

huanaco las cabezas forman en cambio un apéndice o adorno que cuelga

de ambas mangas de la camisa., o

cuxma,

Esto nos dice que no son ver–

daderas cabezas,

y

o confirma

la

sucesión de

seis cabezas en

fila,

puestas como adorno

terminal de la falda de

la misma

cuxma.

Evi–

dentemente se trata .de láminas metálicas que llevan

los

rasgos de

la

cara humana,

y

así · lo confirma la técnica con que están grabadas, que

es la. misma del adorno metálico pectoral. Acaso resulta de sumo interés

consignar esta circunstancia, de que la costumbre originaria del trofeo

ha sido substituída por imágenes. Mucho camino, pues, en el proceso

de suavizar las costumbres, separa al artista

y

la sociedad que levantó

Tiahuanaco de los artistas

y

sociedades civiles caracterizadas por Majoro–

cbíco y Ancón, en que perdura el macabro realismo de los cetros-trofeos

y cabezas colgantes. Podría deci rse que tales representaciones fueran olvi–

dadas por completo en Tiabuanaco sí no reapareciesen en escala infiní–

tésima en

el

diminuto personaje que toca la corneta

y

está colocado en el

friso meandriforme, con significado puramente exhornatívo.

Es necesario establecer que no he negado la posibilidad de que los

edificadores de los edificios estuvieran convertidos a la heliolatría. He