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MOVIMIENTO HELIOLÁTRICO

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sarrollarse una encarnizada lucha de ídolos paralelamente a la lucha po–

lítica y a la lucha idiomática iniciada por el clan de Inti. El héroe civi–

lizador es Manco Capac,

"este inga Mango Capac fué enemigo de las

huacas, y como tal los destruyó al curaca Penao-capac con todos sus

ídolos; y lo mismo lo venció a Tocaycapac, gran ydolatra"

según el tex–

to de PACHACUTI (XXVIII, p. 244-245). CIEZA muy fielmente re–

pite, al dar noticias de tada una de las naciones indias encontradas en

su viaje, por mar, desde Pasto basta Pacbacamac, que antes adoraban

troncos de madera, piedras y numerosas huacas, como la esmeralda

de

los Mantas y la zorra del valle de Lurin (II, cap. L ),

y

en general todos

"antiguamente solían

te~er

grandes adoratorios a diversos dioses",

pero

"después que fueron señoreados

por

los reyes ingas hacían sus sacrificios

al sol, al cual adoraban

por

Dios"

(II,

cap~

XLI y LXXII).

Indudablemente, el movimiento beliolátrico fué obra del clan de

las largas orejas,

y

su difusión fué una sola cosa con la conquista de las

tierras

y

pueblos por _parte de esa enérgica minoría. Esclavos, o

mitimaes,

fueron las naciones sujetadas, en el orden político,

y

mitimaes fueron sus

dioses en el reino religioso.

No todos los cultos regionales contra los cuales combate el dan gue–

rrero fueron igualmen e fáqles de vencer, especialmente en las zonas

inmediatamente lindantes con

el

centro de expansión. y en

los pri–

meros tiempos de su

essor,

cuando las fuerzas eran contadas. Algunos

núcleos humanos, po otra par_te, no habían esperado ser r;eunidos bajo

el cetro del inca, para ensayar la organización de centros políticos y re–

ligiosos de una cierta entidad. Finalmente, algunos cultos habían adqui–

rido tal arraigo en el ;ilma de las naciones, que nunca cesaron de vivir,

aunque en condición de inferioridad, o tolerados, al lado de la religión

del sol, y entre ellos fueron los espíritus

(mama)

metereológicos, Illapa,

Catekil y Pibuarau, que, en efecto, no han terminado todavía su ciclo en

la altiplanicie. Al lado del nuevo culto sobreviven también, y se fun–

den con el mismo, los atributos del cóndor y la serpiente, y, en cuanto

al dios felino, · jaguar o león, cuyo culto dominaba más intensamente,

desde la costa de Túmbez hasta el Collasuyo, su resistencia debió ser tan

pertinaz, que se produjo una asimilación.

De esta manera

tan~o

los esbozos de vida moral y religiosa supe–

rior, como la magia y el polidemonismo del fondo de población, como

también las primeras organizaciones de convivencias superiores al clan,

todo fuií aprovechado en la consecutiva refundición de valores, y el cor–

tejo de personificaciones divinas fué reducido al estado de satélites del

astro v'encedor. El mismo fenómeno se nos presenta una infinidad de

veces en la historia de los pueblos.