MOVIMIENTO HELIOLÁTRICO
231
sarrollarse una encarnizada lucha de ídolos paralelamente a la lucha po–
lítica y a la lucha idiomática iniciada por el clan de Inti. El héroe civi–
lizador es Manco Capac,
"este inga Mango Capac fué enemigo de las
huacas, y como tal los destruyó al curaca Penao-capac con todos sus
ídolos; y lo mismo lo venció a Tocaycapac, gran ydolatra"
según el tex–
to de PACHACUTI (XXVIII, p. 244-245). CIEZA muy fielmente re–
pite, al dar noticias de tada una de las naciones indias encontradas en
su viaje, por mar, desde Pasto basta Pacbacamac, que antes adoraban
troncos de madera, piedras y numerosas huacas, como la esmeralda
de
los Mantas y la zorra del valle de Lurin (II, cap. L ),
y
en general todos
"antiguamente solían
te~er
grandes adoratorios a diversos dioses",
pero
"después que fueron señoreados
por
los reyes ingas hacían sus sacrificios
al sol, al cual adoraban
por
Dios"
(II,
cap~
XLI y LXXII).
Indudablemente, el movimiento beliolátrico fué obra del clan de
las largas orejas,
y
su difusión fué una sola cosa con la conquista de las
tierras
y
pueblos por _parte de esa enérgica minoría. Esclavos, o
mitimaes,
fueron las naciones sujetadas, en el orden político,
y
mitimaes fueron sus
dioses en el reino religioso.
No todos los cultos regionales contra los cuales combate el dan gue–
rrero fueron igualmen e fáqles de vencer, especialmente en las zonas
inmediatamente lindantes con
el
centro de expansión. y en
los pri–
meros tiempos de su
essor,
cuando las fuerzas eran contadas. Algunos
núcleos humanos, po otra par_te, no habían esperado ser r;eunidos bajo
el cetro del inca, para ensayar la organización de centros políticos y re–
ligiosos de una cierta entidad. Finalmente, algunos cultos habían adqui–
rido tal arraigo en el ;ilma de las naciones, que nunca cesaron de vivir,
aunque en condición de inferioridad, o tolerados, al lado de la religión
del sol, y entre ellos fueron los espíritus
(mama)
metereológicos, Illapa,
Catekil y Pibuarau, que, en efecto, no han terminado todavía su ciclo en
la altiplanicie. Al lado del nuevo culto sobreviven también, y se fun–
den con el mismo, los atributos del cóndor y la serpiente, y, en cuanto
al dios felino, · jaguar o león, cuyo culto dominaba más intensamente,
desde la costa de Túmbez hasta el Collasuyo, su resistencia debió ser tan
pertinaz, que se produjo una asimilación.
De esta manera
tan~o
los esbozos de vida moral y religiosa supe–
rior, como la magia y el polidemonismo del fondo de población, como
también las primeras organizaciones de convivencias superiores al clan,
todo fuií aprovechado en la consecutiva refundición de valores, y el cor–
tejo de personificaciones divinas fué reducido al estado de satélites del
astro v'encedor. El mismo fenómeno se nos presenta una infinidad de
veces en la historia de los pueblos.