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MOMIAS

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es seguro, y es que la gran mayoría de las llamadas momias del Perú no

son artificiales. Los dos países, Egipto

y

Perú, coinciden en el carácter

de sus tierras, debido a la escasísima precipitación atmosférica, y por con–

siguiente, a la saturación de sales de sodio y potasio. La sequedad del

clima y el poder conservativo de la tierra ha preservado

ab antiquo

los

cadáveres. También en el lado o riental del macizo andino son conoci–

das las momias de indígenas que fueron sorprendidos por la muerte en

cavernas solitarias. Sus ejemplos abundan en los museos argentinos.

En esta momificación natural el hombre ha encontrado una base

y

un modelo que ha hecho objeto de rito, el que consistió en sacar del

cuerpo las vísceras más corruptibles ( 15) . Este procedimiento de arte,

empleado para intensificar un fenómeno propio de la naturaleza, es ex–

plicable con la misma facilidad, tanto en Egipto como en el Perú, y no

hay .para qué postular dependencias recíprocas.

Si pasamos a las semejanzas concretas, en las manipulaciones del

embalsamador, indicadas por Elliot Smith, éstas consisten en la enu–

cleación del cerebro, "ceo un método particularmente egipcio", practi-

una muy diligente escripcióu de las "grandes aredes y apartamientos" puestos "por

estos arenales y tierras de secaaales", as' como de los varios ritos

fUJter~úos

de cada pro–

vincia. Así también, el Padre GAf-

en su

Ocigen,

1729, pág. 96: " ..• demás

de lo cual, por toda la sierra del Perú están Jos ca pos llenos de sepulcros, a modo

de torrecillas, al presente ese'n llenos de calaveras y de cuerpos de aquellos gentiles,

que con el uniforme temperamento

sútiles aires, están secos

e

incoiporados: que los

unos y los otros he

vis~

.••

(15) En

Relaciones geográficas de 1ndias,

tomo 1, pág. 60, ay una mención

menos vaga de las prácticas em[!leadas para conservar el cadáver. "La manera que te–

nían estos Pacaxes para enterrarse, era sacar las tripas a los difuntos y las echaban en

una olla y las enterraban debajo de tierra, junto al cuerpo liado con unas sogas

de paja".

Naturalmente, no

h~y

que descuidar todas aquellas artes que se refieren a

la

momificación de la cabeza o de Jos miembros, cuya práctica, tan frecuente un tiempo,

se ha conservado entre algunos pueblos de América hasta nuestros días. Muy oportuno

resulta consultar el diligente trabajo de TELLO, Julio C.

El uso de las cabezas huma–

nas artificialmente momificadas

y

su representación en el antiguo acte peruano.

Lima,

sin fecha; especialmente las páginas 1 1 a 20.

Tello encuentra, muy oportunamente, que hay correspondencia entre 'las abun–

dantes representaciones peruanas y el método de embalsamación de los Mundurucú y

Jívaros, aunque no le interesa formular hipótesis sobre la difusión y procedencia de

los ritos relacionados con esas macabras costumbres, los que, con toda evidencia, no

pueden separarse del área de las poblaciones Pacíficas, clásicas cazadoras y preparadoras

de cabezas.

En cuanto a los métodos empleados, nada habla en favor de la analogía con

Egipto. En América fué generalizado en cambio, el empleo del humo y del calor,

según Von lhering, Spix, Martins, Andrée, Hassel y Barbosa Rodríguez, cuyos rextos

se leen en el trabajo del docto arqueólogo peruano.