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tal1-·zas y los templos gigantescos del Cuzco,
los halagos de la música suprimían la fatiga
y el cansancio. Millares de hombres trans–
portaban jadeantes, sudorosos, los enorn1rs
-monolit9s. Si según la bíblica leyenda, al
vi–
brar de las trompetas fueron derribadas las
murallas de Jericó, sabed que las del Cuzco se
erigieron al son de una música de eternidad
que el granito guarda en sus entrañas como el
germen de un futuro himno de victoria.
Utll
y
bello
El trafiaj o no era una maldición. En el
taller
some el surco, todo está saturado de
bienes
llf
1
tentamiento. No agobia el
es~
fuerzo. De 1 s manos del cer 'mieo sale, co–
mo u
?~u
:ea e-i-én, el ánfora esbe)ta, de feme–
njna
urgencias. El oro conviértese en del–
gadís1mas láminas que van a ornamentar la
Casa del Sol. Como urdimbre de hilos de lu- -
na se va formando la tela maravillosa. La
dora.damazorca, el fruto tierno, son las
pr~micias_
puesta~
en el altar del muerto. Entre
cantos de aurora e himnos de atardecer, en–
tre_agudas exclamaciones de triunfo y adul–
coradas endechas, transcurre ·el día. Mucha
luz de Íos cielos, perfumadas brisas, frecuen–
te
~scanciar
d·e1 ·áureo licor, perspectivas ili-
1nitádas enmarcan
~l
trabajo, limpiándolo de
toda sombra de 9esplacer.