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blo a quien no sobresaltó el temor de lo
·desconocido. Su estoicismo, flor
altí–
sima de humana cultura, se transparenta
en
todos los actos y en todas las expresiones
de
su vida. Recordad estos vr.rsos que popula–
rizó Markham, el fervoroso peruanista bri–
tánico .:
Nací como una flor de la campifia;
como una flor mimaron mi niñez,
Llegué a
la
madurez, me volví viejo:
Marchito estoy, y al fin
desapar~zco.
¿Qué valen todas las lamentaciones y
los
gritos de rabia
y
de despecho que han
la.nza.dolos hombres
de
t
das las culturas., frente al
misterio de la muerte, comparados. con
e~tos
versos
de
suprema. serenidad?
Toda la vida h1kaica discurrió como
en–
tre dos riberas de purísimo arte. La activi–
dad estética no era nada distinto
o
discer–
n]ble de la actividad humana
en
general.
N.o había especializaciones ni encasillados.
Comp el aire la música formaba la atmós–
fera del pueblo tawantinsuyu.
Hombres~
mujeres, ancianos y niños, guerreros,
sa·–
cerdotes, labradores, gentes de
la
noble–
za, el propio inka, cantaban
y
danzaban
en la unimismación del júbilo,
en
la ar–
~monfa
del esfuerzo cotidiano, én la so–
lemnidad del rito. l\1ientras iban levan–
tandose, como
p.orarte
de
magiá, las
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