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Entonada la oración al Sol,
comenza–
ron los sacrificios. Sobre el ara fronte–
riza al Gran Puma, degollóse la llama ne–
gra.
El
Sumo Sacerdote abrióle el abdo–
men extrayendo la entraña viva.
La
ofren-
.
da
había sido propicia.
La
multitud que acan1para a veinte va–
ras del adoratorio, en la extensión de va–
rjas cuadras a la redonda, prorrunpió en
gritos de
júbilo..
Levantóse el Inka de su
asiento, y poniéndose de pié en la parte
más dominante del santuario,
tomó en
sus ma os el
Katarl,
lo puso en alto, co-.
mo ofr
~'
al Rey
de
los Astros. Mo-
jó los de o
, gi ando a los cuatro cos-
tados,
asp .rges. Ace có
los
la~
bios
e-1
vaso;
y
~n-seg
ida derra-
mó la chicha que contenía sobre el reci–
piente de piedra, del que partían varios
canales en zig-zag que penetraban en la
roca hasta el recinto subterráneo, donde
dormía el sueño de la muerte el Antepa-.
sado venerable.
Terminadas las ceremonias religiosas,
el Inka salió del
adoratorio, dirigiéndose
a la galería
exterior del Kenk' o
desde
donde podía contemplar a la muchedum–
bre., roja
y
movediza como un mar de san–
gre.