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je es tan antiguo que los milenios son unida–
des para medir el pasado. Para que el maíz
y
la papa se convirtiesen en productos culti–
vables
y
para que el llama fuera domesticado
'fué preciso que trascurrieran millares de
años. Y qué decir de la riqueza idiomática,
de la técnica segura, de la estilización artís–
tica de la Profunda y abundante
f
olk-lore,
con la magia curativa que recuerda a los asi-
1·i
o-caldeos.
Nuestra raza confunde su pretérito con
101
01·ígenes más remotos de las civilizaciones
afro-asiáticas.
El creador de las
leye~
de la imitación en–
cu ntra sólo unas cinco o seis c·ivilizaciones
originales en el mundo: entre ellas, mencio–
na. la de los Inkas.
Ni griegos, ni romanos, ni caldeos presen–
tán
Greaciones culturales que no puedan ser
arqueológicamente reducidas a sus compo–
nentes. En cambio, los peruanos pueden re–
sistir el más severo análisis sin que el quí–
mico de las civilizaciones encuentre elemen..
tos básicos agenos a nuestro medio geo-ét–
nico. Solo se hallarán las semejanzas com–
p1·obatorias de la unidad de la especie, pero
ninguna prueba de los procesos de imitación
internacional. Servimos si de
modelos
a