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tría a un sometimiento al poder
y
la disci–
plina, fluctuamos' en la incertidumbre
y
la
impotencia.
Como el Fausto goethiano, venderíamos
nuestra alma por alcanzar
el
rejuvenecimien·
to
de la creencia
y
de la afirmación, del en–
tusiasmo
y
de la fe.
Opuestas
y
paradógicas fórmulas
de
re–
construcción social se proponen a esta hora
en que debe resurgir la civilización huma–
na de entre las ruinas
y
los despojos que de ..
j
ó
la guerra.
· El momento de transición que vivimos
anuncia actividades renascentes, quizás re–
gresiones que rejuvenezcan la vida, aumen··
tando su poder. Todo renacimiento es, en
cierta
m
ida.,
un salto atrás.
Busque cada pueblo en su historia lo me–
jor que dió de sí.
Valor
y
slg1J1lflcaclón
·Volviendo sobre nuestra autoctonía cultu"'
ral, nos sorprende el vigor
y
el brillo· de la
vida inkaica. Comprendemos mejor que
nunca
la
alegre confianza en la existencia
que es el sentimiento cardinal de la socie–
dad peruana precolombina.
No podemos retornar a ese mundo feneci–
do, es cierto=. pero todos los benéficos eflu–
vios que aún se desprenden de aquella ver-