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nucular civilización deben ser recogidos
y
concentrados por la nacionalidad, porque
constituyen la savia de nuestra raza.
El amor de la tierra, la solidaridad
y
la
cooperación en el vivir, la sencillez de las
costumbres, la fecunda disciplina, el dina–
mismo volitivo, la parquedad intelectuali.sta,
e1 hábito del trabajo, el predominio del inte–
rés social, el principio de la función como
determinante del valor del individuo, la "eter–
na harmonía de la existencia" de que habla–
.ha
Goeth '.\.
fo
man el haz de energías triun–
fador as, capaces
<le
producir un vigoro8o re–
surgim· n to.
Agra
ismu:
síntesis panteísta que es el va-
1< ·r
y
la significación de la vida inkaica; del
rnism m0-do
ne
la vida griega, es síntesis
artístico-plástica de la existencia
human~
y
1
el ahn-.a cristiana es síntesis suprema de lo
ético-religioso.
AGRARISMO debe ser nuestra divisa.
Sólo volviendo a la tierra, podemos purifi–
carnos de los vicios de nuestra falsa demo–
cracia urbana.
Nuestras ciudades no han nacido espontá–
neamente, por un movimiento de concentra–
ción, sino que fueron fundadas por las ne-
- cesidades de defender la rapiña de los des–
tructores del Inkanato. Surgían en torno de
la fQrtaleza o del obraje o de la mina, gri–
ll t rs , peñones de Sísifo de la Raza.