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I
CAPITULO XXXIV
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LOS OREJONES
El cruzamien -o cont iilluado de los elementos aillales entre sí
acabó por producir en
la
fisonomía de sus individuos la
cuasi
identidad
que se a;.iivie-r: e en
:a
de los seres de- la fauna
inferior~
Aquel indefinido volver sobre sí de la
savia
de la familia,
matador de la
individualidad,
transmitió . al indígena de nuestra
sierra los rasgos fisonómicos que lo distinguen.
Nada decimos de los efectos de
aqu~l
fragante prescindir de
las ventajas de la
selección
sobre los resortes de su
espíritu.
A semejante causa continuada durante generaciones y gene–
raciones es de atribuir-creemos-la desesperante atonía, el incu–
rable desgano, la estoica indiferencia que se advierten en la fiso–
nomía física y moral de los descendientes de los- antiguos Ayares;
y
ello, no embargante, las solicitaciones de la vida moderna, las
cuales han podido modificar aquel modo de ser.
Si, fisiológicamente, cuatro reproducciones bastan para repro–
dneir
en
el biznieto los rasgos del bisabuelo,
&
qué decir de una
n}prodncción secular
en
que la raza volvió fatalmente a lo an–
tiO'uo,