HISTORIA DE LA CIVILIZACIÓN PERUANA
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acabarían por cobrar una consistencia provinciana y dialectal ve–
cina de la nacionalidad.
Posible es que una nueva teoría de muertos, más allegada al
momento histórico de la gestación de su pueblo, les hiciese olvidar
las antiguas momias dejadas en reh.enes·en poder del incazgo y del
sacerdocio cuzqueño.
Estos pudieron ver en aquéllo un peligro para la unidad ra–
cial, política 'y religiosa del Imperio, que fué su misión conservar.
De allí, posiblemente, las llamadas guerras de Yupanqui y de
Huayna Capac, en demanda de los nuevos muertos, cuyo asiento
litúrgico y nacionalista no pudo ser otro, a la luz de sus perjui–
cios de raza, sino las canchas, mochaderos y ceques de la ciudad
imperial, para que allí sirviesen de prenda de sumisión de los ai–
llos quiteños.
Nosotros no vemos otra causa para las guerras achacadas a
I
los incas conquistadores.
Dadas las creenci&s de los andinos de los cuatro suyos, inva–
riablemente orientadas hacia el culto de los antepasados, objeto
y botín de toda guerra de conquista, no pudieron ser sino cbgerle
sus muertos al veeino
re0alcitrant~,
o al regnícola en punto de des–
prenderse d.e la organización nacional, antes que ocuparles un tre–
cho más o menos extenso de territorio.
•
Cogido al muerto se domeñó al viviente.
Cuando historiadores como Gómara, Zárate y Garcilaso nos
hablan en forma no del todo precisa, de reyes del Quito, y ello
apoyándose en vagas declaraciones de antiguos
qquepucamayos,
deberemos creer que positivamente se trató de antiguos
huañas,
h,uañrus,
rrialquis
o momias que ·de alguna manera tuvieron que
ver con la vida histórica del Contisuyo ecuatoriano.
En el nombre con que es designado el último rey de Quito,
advierte la filología una prueba más de la insubsistencia del reino
d Quito, y de la condición
silbalterna
de Cacha, el pretendido
n1onarca quiteño.
1
Ca.cha,
en la lengua quechl).a es
'mensajero).
de donde
cacha-