IX
de su tierra; consultando,
desde Europa, con
sus parientes mestizos, los matel'ialed de su lí–
bro; mostrando en éste predilección por la pu·
reza de los términos
Q1techuas
q
11e se ve obli·
gado a emplear de caando en cuando;
corri·
giendo a cada paso
Jm,
ya entonces deformados
y oorrom pidos por los conquistadores; indican·
do siempre o easi siempre
el
sentido de las vo·
ces simples
·y
dando con frecuencia
la etimo·
logfa de las compuestas,
&. &,
t
qtté
nos ha
dejado que desear reapecto de lo genuino y pu·
ro de su lengua
~aterna,
en aquellas centenas
de voces que nos ha conservado ?-Nada.
Hemos
tenido, pues,
la
complacencia de
leerlo, releerlo
y
Yol verlo a leer, para ir apun·
taudo, entresacando
y
disponiendo .sus palabras,
por orden alfabético, en un doble
Vocabulario,
ya
Quechua-castellano
y
ya
Oastellano-quecliua,
con el fin
d~
comprobar así, primero por nos–
otros mismos, la eficacia de n 11estra idea,
y
des–
pués por medfo del más sagaz y autorizado cri·
terio de nuestros lectores.
Para ello, hemos tenido presentes tres ca·
pitales cosas, que la lectura del mismo Garcila ·
so nos ha sugerido.
. Es la nna, que el
Quechua
ca1:ecía de vo–
ces
homónimas,
esto e'i, que era un idioma que
no tenía sino un
solo té1·mino,.
nunca
dos·
ni
más,
para cada idea;
y
que por el contrario, con
una
misma voz ·
expresaba de ordinario ideas - diver·
sas y hasta heterogéneas en muchísimos casos.–
Si, ¡.mes, en la lengua actual de nuestros indios
damos eon alguna
palabra
que, distinta de
la de Garcilaso, exprese el mismo concepto que ·
la de Garnilaso, podremos concluir de
seguro
que es
Cana1·i
aquella voz. Vaya de ejemplo,..-–
por su-puesto, no lo ponemos
e{J)-Cathedra,
ni
mucho menos-vaya de ejemplo, decimos, la µa-