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t os orejones de la

Isla

de Pascua); la perfo–

ración del septum e introducción de objetos

decora ti vos en la abertura; la deformación de

los cráneos; el os incae

y

os

japonicum bas- ·

tan te frecuente en Polinesia

y

Sudarnériea;

folklore., rnitos

cosm-ológicos

y

teogónicos aná

0

lagos

y

miles de otras

cosas

rnás.

Sólo por ined io de un reciente puente

con tinen ta 1, geológicamente hablando, sería

dable

explicar satisfactoria1nente la aparición

de

considerables

·culturas

en

las Atnéricas

y

-especialmente

de

aquel gran impulso

''oe

fuera" que vemos

y

palpamos aun en el se–

gundo período

dA

Tihuanacu

y

que adverti–

mos ta.mbién cual relán1 pagos en las culturas

costeñas.

Hay

tal oscuridad

y

tal caos

aún

en lo

que toca al origen de la enorn1e innltitud de

razas

y

sub-razas que hablan

y

hablaban una

ca11tidad de idiomas

y

que habitaban

y

habi–

tan la larga faja Pacífico-Andina, con sus

ramas extendidas hacia las regiones cálidas.

1

que ha de pasar todavía inucho tiempo hasta

que

alguna luz ilumine

aquella

os-curidad

enigmática que cubre

estos

problemas antro–

pológicos.

Especialmente en el altiplano de los An–

des

se nota este caos; pero, coino rayos de luz

lejana se vislu1nbran algunos coeficientes que

han de servir de faros para la futura investi–

gación a base de

estudios

exactos

y

científicos,