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por donde se ar rojó aquella corriente e1nigra–
toria inongol sobre las An1érícas, que trajo
consigo una gran cultura
y
la que no debe
haber aportado en tiempo demasiado ren1oto.
Está
fuera de duda que existía en época
geológica no muy lejana un extenso conti–
nente que conexionaba Asia con Sudamérica,
el que debe haberse extendido de Forrnosa en
dirección a Tu'Iic.ronesia, Polinesia, Isla de Pas–
cua
y
Juan Fernández a Chile, lo que se evi-
_dencia por innumerables pruebas geológicas,
zoológico- botánicas,
an tropológico-lingüísti ·
co-etnográficas, folklore
y
last
not least, por
ind ndables restos arqueológicos.
Aquel continente hoy sumergido en
su
n1ayor parte
y
que por el sud forn1aba
ta1n–
bién cuerpo eon Australia
y
cuyos últimos
restos son con10 dijitnos Melanesia, Microne–
sia, Polinesia
y
especialmente Rapa-Nuí
y
Juan
Fernández, segura1nente ha existido
con densa población aún en época última
cuaternaria y por su puesto con notables
cultu–
ras lo que patentiza
la
inmensa cantidad de
restos monun1entales megalíticos que
se
ha–
llan esparcidos en aquella multitud de islas
que en
su
tiempo fueron los picos o
más
bien
dicho las partes altas del continente mencio·
nado.
Aquella parte continental debe haber
arrojado el elemento n1ongol al Asia y con·
<lucido el elemento polinesio
y
mongol a las