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de los cual es en seguida pasan1os a referir–

nos.

La lengua aymara que seguramente ha

sido el id ioma de los Collas, sa h a extendido

en la antigüedad aproxilnadamente en más

de cuarenta grados de latitud geog ráficos y ha

sido incuestionable1nente una lengu a obligada

general durante larguísi1no tie1n po, co1no Jo ha

sido por ejemplo la lengua gerinana en A le–

mania y Aust ria, donde es y fué habl ada vor

una multitud de razas

y

sub-razas.

En el a l–

tiplano se trasluce algo como la reinota exis–

tencia de una raza prirnitiva don1in adora o

mejor dicho predominante. Notamos con fre–

cuencia ciertas parcialidades (Aylln s) aristo–

cráticos, si así se puede decir, al lado de otros

comunes, que llevan la sugestiva cf enomina–

ción de Ayllu - Collana o Ayllu -Tihn anacn .

Cerca de La Paz, a pocas leguas, r ío aban

jo, se halla una comunidad indígena ll an1ada

Collana, la que tiene desde la conquista cier–

tos privilegios

y

cierta autonomía, supe rior a

cualquier otro Ay 11u en Bolivia. Parece que

en aquella comunidad indígena se conserva

un antiguo tronco de nobleza aboríge na .

Ahora bien, en lo que toca a las obras

que nos legaron las razas que habitaban la

faja trans, inter y cisandina, serán éstas ca–

balmente las que estudiadas con mayor serie·

dad

que la que se empleó hasta la fech a,

IJ.os

han de servir para obtener alguna lu z en