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alto grado y que su espíritu recto y jus–
ticiero no podía tener sinó amigos de to–
do corazón. Por fin, aquella fiera en for–
ma de mujer cedió a tanta súplica y a
tan calurosas protestas de adhesión.
El termómetro a la intemperie señala–
ba. diez grados bajo cero y aquella casa
era la única capaz de dar alojamiento a
esas horas en tres leguas a la redonda.
Había sin embargo en aquella rara
austriaca un fondo de bondad que solo se
abría desinteresadamente para los que
hablaban su idioma. Una noche, marchó
a caballo durante mas de cuatro horas
por aquellas solitarias montañas, sin mas
compañero que su viejo amigo (el revól–
ver) en busca de una pequeña carga muy
valiosa que habían extraviado dos jóve–
nes compatriotas suyos. A la mañana si–
guiente, restituyó a sus dueños la perdida
carga, sin admitir retribución alguna por
su trabajo y su desvelo.
Parece que estos sentimientos morían
en su alma tratándose de los hijos de Ju–
juy o de las personas ligadas a aquel sue-