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BOCETOS HISTÓRICOS

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arrancar conio trofeo el estandarte del batallón 2o. de línea".

( Parte oficial del general Buendía, el 27 de nov·iembre ) .

La acción de Tarapacá fué desigual por el plan

y

por el

número; el plan de sorpresa lo desbarató la pericia y perspi–

cacia de nuestros jefes, así como su arrojo; el valor superó al

número y a la calidad del armamento. En la jornada de ese me–

morable día,

3,000

peruanos habían quebrantado a

4,000

chi–

lenos de las tres armas, produciéndoles casi un

30

por ciento

de bajas y dejando escapar, en desbandada, al resto, sólo pol'

falta de caballería.

" Nuestro ejército, dice Bulnes, se salvó de una detrota

" completa, porque el enemigo no tuvo caballería para per–

" seguirlo". ( Ob. cit., c. XVI ) .

Desgraciadamente para el P erú, ese ejército valiente y

esforzado se hallaba exhausto, sin víveres, sin vestuario y

sin esperanzas de auxilio. Los laureles que coronaban su fren–

t e los secaba el sol del desierto, implacable y abrasador. Nada

valía la posición sostenida con tanta sangre, y por eso, al si–

guiente día de la batalla se principió la retirada hacia Arica.

Delante se abría el desierto inmenso, desnudo, aterrador; pe–

ro esos soldados de hierro, esos valientes y sufridos indios del

Perú, conduciendo a sus prisioneros

y

los estandartes enemigo::;

tomados en la batalla, quizá solo amortiguado su sufrimiento

por la gloria que simbolizaban sus trofeos, inclinaron la ca–

beza a la fatalidad del destino

y

principiaron la peregrina–

ción. Iban a buscar otro puesto de honor donde verter su

sangre por la patria

!

El vasto territorio que se extiende desde la quebrada de

Tarapacá hasta esos linderos

y

contrafuertes de la cordillera,

que partiendo desde la punta elevada del Guayhuasi y Chil–

caya, se desparraman como un abanico hacia el norte y el

ur de la quebrada de Camarones, tiene todos los caracteres

del desierto. Ha mostrado la naturaleza allí todo el rigor de

la esterilidad, combinando los elementos que la hacen impla–

cable

y

iniestra. Un manto de arena, que se prolonga hasta

el confín de los horizontes, que va divisando el caminante,

cubre un terreno lleno de ondu4 ciones que se alargan y se