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BOCETOS HISTÓRICOS

291

ne ;

y

bayoneta en mano, barren a los enemigos como un hu–

racán misteri os;)

y

teaible. Desgraciadamente cae el héroe,

y

nnovadas las fuerzas enemigas, perece ese grupo de va–

lientes, cuando hacía ya flamear el bicolor peruano sobre las

cureña de los cañonzs chilenos, en lo más alto del peñón de

San Francisco. Los que seguían escalando el cerro, "acosados

por el número tuvieron que descender, siempre con la frente

al enemigo, el que, al verlos retirarse en tan buen orden, no

se atrevió a perseguirlos ". ( 3 ) .

Mal armado

y

sufriendo la fatiga

y

el hambre, enfer–

medad·es terribles del desierto, el ejército peruano se retiró

a Tarapacá. posición deseada como el oasis y a donde ingresó

el 22 de noviembre. " Pocos soldados del mundo hubiesen

luchado con tanto tesón ni sufrido con resignación tan gran–

de. los rigores del hambre y la sed, del calor

y

del cansancio,

como esos valienteG peruanos ", dice el historiador inglés. El

ejército atravesaba la dssolada pampa en busca de mejores

posiciones para la lucha; y. en esa hora de· terribles pruebas,

su espíritu disciplinado y firme al deber, apenas si pensaba

en otra cosa que en la revancha' de los anteriores reveses.

Tarapacá e asienta en el fondo de un estrecho y hondo

Yalle de trescientos metros de anchor, que lo fertiliza un ria–

chuelo, cuyas aguas debilitadas en una gran parte del año,

se vuelven torrentosas

y

hacen variar de madre al río en la

(3) .-Clemente

R.

Markham.

HISTORIA DEL PERÚ.

c. XVIII. El he–

roismo de Espinar produjo en los mismos chilenos verdadero a ombro y

la admiración de los espíritus honrados. Así, el 11 de junio de 1880, el pe–

riódico " El Ero de Tacna '', publicaba un artículo del chileno Augusto

Orrego, oficial del Estado Mayor, que decía: " o puede pasarse en silen–

cio la brillante caída de E spinar, que muere,. espada en m:¿no, a veinte

metro' de nuestros cañone , en la cumbre del formidable cerro de San

l<'rancisco. Cuando me tocó ocupar la prensa con la descrip:ión de esta ba–

talla, creí vengar la

memori~

de este valiente, del olvido inmerecido de sus

jefe

y

compatriotas, colocando su nombre a la altura que merece''. La

histJria ha glorificado el nombre del héroe,

y

hace poco, el Cuzco, su ciu–

dad natal, ha elevado un monumento que perpetúe su memoria

y

que re–

cuerde a las

genera~ione_

su heroísmo.