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BOCETOS HISTÓRICO

271

indios, le habían asegurado una sólida popularidad. A estas

cualidades e influencias unía doña Jordana liberalidad en el

trato

y

largu sza en las dádivas, de modo que, relacionada con

lo mejor de la ciudad

y

con buenas amistades en Trujillo

y

en los Reyes, su recomendación en pleitos de curacas

y

litigios

de españoles era decisiva, porque, casi siempre, se sabía que

servicio prestado a la dama se trocaba en riquísima dádiva.

Sólo un defecto tenía doüa Jordana,

y

que daba lugar a la mur–

muración del corto vecindario de españoles

y

escandalizaba

a la sencilla población de los indios: la tendencia a ocuparse

de la vida ajena; por lo mismo, se la había puesto un mote

que la denigraba

y

opacaba sus méritos:

la juzgavidas.

Para

satisfacer ese espionaje de la vida ajena, que era el vicio ca–

pital de doüa Jordana, ésta recurría a expedientes extrava–

gantes

y

ridículos. Dice el adagio, que "pueblo chico, infierno

grande", y en verdad, Cajamarca ardía en chismes y malig–

nos comentarios, motivados por los espionajes de la viuda,

que perseguía al enamorado cauteloso, sabía de la mujer in–

fiel, del marido tentador e hipócrita, de la sirviente corre–

ve-i-dile,

y

de cuanto secreto

y

misterio ocurría entre las pa–

redes de la casa ajena.

Como no bastaba la averiguación con sirvientes chismo–

sas

y

viejas celestinas,

y

como durante el día no se realizaban

las escenas pecaminosas que trascendían a la vida íntima

y

afectaban honra, doña Jordana dedicó la noche a sus pesqui–

sas;

y

para estar al corr.iente de lo que ocurría en su populo–

so barrio, su vicio de juzgavidas la hizo alterar de costumbres,

haciendo la noche día

y

viceversa,

y

abriendo en lo alto de su

casa

y

en el terrado, dos pequeñas ventanas que daban a las

calles del Batán

y

San Antonio;

allí,

instalada después

del toque de las ánimas, atisbaba

y,

con sus sirvientes indias,

huzmeaba quiénes transitaban por la calle; qué puertas se

abrían a deshora, quién entraba

y

quién salía oculto

y

sospe–

choso. Muchas honras manchó doña Jordana por sospechas,

y

provocó muchas amarguras en los tranquilos hogares de la

ciudad, como consecuencia de sus perversos hábitos

y

de sus

chismes. Pero

llegó día en qrue

el vecindario supo con

sorpresa que doña J ordana moría atacada de un mal desco–

nocido

y

que hacía apenas 48 horas que lo sufría.

L~!'I ~ampanas