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HORACIO H. URTEAGA

tos personajes, muchos caballeros y soldados y multitud de

indios cargadores. Cerca de Pilpichaca y Huaitará y explo–

tando una mina de plata, vivía, adulado y rico, el curaca de

la región. Se contó entonces, que invitando éste a la virreina

para que fuese madrina de su hija, le ofreció el indio regalos

tan cuantiosos, que motivaron el viaje de los vice-soberanos a la

región destemplada de Huancavelíca. Allí se explotó la sen–

cillez

del

vanidoso curaca, y riquezas acumuladas

y

títulos de

dominio sobre ·el mineral pasaron a ser propiedad española.

¿

Cómo y en qué forma se verificó la trasmisión

?

El tinte–

riUaje de-J.a época y la sabiduría de los rábula que acompa–

ñaron al cortejo, dieran de ello buena respuesta.

Con todo, de semejante viaje quedó un dato para la hi -

toria y otro para la leyenda. La historia apuntó la fundación

de Castrovirreina, villa que se fundó con las gentes que acu–

dieron a los festejos celebrados en honor de los ilustres via–

jeros.

Doña Teresa de Castro, que así se llamaba la virreina,

mujer del muy noble don García Hurtado de Mendoza, VIII

Virrey del Perú, tuvo la satisfacción de que, en su nombre.

se elevase la ciudad, que la tuvo como protectora y madrina,

y que hasta hoy existe carpo capital de una de las más im–

portantes provincias de Huancavelica.

Contó la leyenda, que la ahijada de doña Teresa de Cas–

tro, del mismo nombre que su madrina, pero apellidada Hua–

mán, huérfana y sin fortuna, fué recogida por u madrina

y llevada a España. Allí creció educada por doña Teresa. ·re–

velando talento

y

perspicacia suma

y

una singular belleza .

Se burló del amor y vió mil veces tendidos a sus pies a lo

enemigos de su raza.

Sabiendo un día que un caballero español venido del Pe–

rú y enriquecido en las minas de azogue de Huancavelica, con–

taba como hazañas cuánto había explotado a los indios en

el trabajo de la mita, ella, sensual

y

astuta, procuró desper–

tarle pa ión enloquecedora;

y

cuando una noche el caballe–

ro, colgado de una escala de seda trepaba a un balcón donde

lo aguardaba la india prodigándole frases de amor, ésta, al

llegar el caballero a lo barrotes del barandin, sacó un puñal

y

le atravesó por la espalda, exclamando indignada: