Table of Contents Table of Contents
Previous Page  335 / 430 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 335 / 430 Next Page
Page Background

BOCETOS HISTÓRICOS

265

la importancia de la región, ya por la resistencia que se opo–

nía a sus devastaciones.

Los cronistas españoles

y

el mi::tnn Garcilaso, atraídos

por el esplendor del Cuzco,

y,

sobre todo, por la situación

y

el rango de la ciudad capital del imperio, olvidaron o des–

cuidaron la descripción y tradiciones de otros centros de

importancia, y así nada quedó para la historia, de Huánuco

Viejo, ni de Vilcashuaman, ni de Ollantaitambo, de Cuelap

y

Huaitará. Hoy que se rehace la historia de la yieja patria

y que pacientes aficionados examinan los monumentos,

cuando éstos se encuentran, la mirada cae ávida sobre ellos

para leer en sus páginas de piedra, eso que no nos contaron

en libros los historiadores, pero que se trasmite a la poste–

ridad por el único medio que halló el hombre hambriento de

inmortalidad y de gloria, en todas las épocas del mundo.

Pero en Huaitará no sólo es el monumento de piedra

i·egular y tallada con primor, sobre la que se ha levantado

la iglesia cristiana, lo que se encuentra; también es la leyen–

da orgullosa y poética, que la guardan viejos indios para

contarla en las frías noches de junio al resplandor de sus

fo–

gatas.

Era la época de los señores de España: el Virrey tenía,

en toda la región de Huancavelica, sus mandones que apresa–

ban a los indios para sumirlos en las húmedas galerías de las

minas de azogue; infeliz del que caía en manos de los capata–

ces, volvía al seno de su familia cuando el reumatismo ha–

bía torcido sus huesos y deshecho sus músculos; cuando sus

ojos se habían reventado con los envenenados vapores del

mercurio, y cuando, sin fuerza que pudieran ya ser explota–

das, la vida del indio era un obstáculo.

Un día se anunció la llegada a la región de Pilpichaca,

de una numerosa comitiva de señores; el alboroto fué gran–

de entre los indios, muchos huyeron a esconderse en las mon–

tañas, y en Huaitará sólo quedaron las mujeres ; cuando llegó

la comitiva de españoles, a los

q~e

precedían danzantes y mú–

sicos, se supo que allí venía el mismo

Virrey

y la

Virreina

su esposa; aquél era un anciano de rostro severo, y ésta una

señora de belleza incomparable, a quien acompañaban otras

mujeres tan bellas como la virreina; hacían escolta a tan al-