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HORACIO H. URTEAGA
siete huarangas, que formaban el corregimiento, tenían una
numerosa población. Cuando Santo Toribio Alfonso de Mo–
grovejo ingresó a la ciudad histórica, en su segunda visita
pastoral a su dilatada diócesis, según el censo que el Santo
levantó, Cajamarca "tenía 835 indios tributarios, 375 re–
servados, 4272 de confesión y 5624 almas ". Entre las catorce
familias de españoles que vivían en la ciudad, figuraban co–
mo principales la de Francisco Arévalo, ( cuya descendencia
se ha perpetuado en Chachapoyas hasta nuestros días ) ; la
de Pedro Rodríguez, Diego Olivares. Pedro de Chávez y Juan
de Villarreal.
La ciudad se dividfo. entonces en barrios, que aún conser–
vaban algunos de ellos nombres indígenas. Cuatro eran los
principales:
la Matanza,
que después se llamó San Pedro;
los Cumbicos,
que hoy se llama Belén;
Cdlumbo,
que IJ.eva
hoy el nombre de las Cinco Esquinas, y el
Batán,
que hasta
hace poco conservaba su nombre, formado por la zona entre
las calles del Mercado y San Lúcas. En este barrio del Batán,
cuyo nombre lo debía a la existencia allí de los obrajes de los
indios, vivía el año de gracia de 1625 una matrona española,
viuda de uno de los soldados de la conquista, que comerciando
en comestibles, telas de Castilla y vinos de Valencia, había lle–
gado a formar una regular fortuna. Se le conocía con el nom–
bre de J ordana; así la llama la relación de Santo Toribio
y así la ha trasmitido la tradición.
Doña J ordana poseía, entre los bienes de su fortuna, los
batanes del riachuello de Racra, que estaban al fin de la actual
calle de Arequipa; pero el principal centro de los tejidos, don–
de estaban instalados los obrajes, existía en la segunda cua–
dra de la plaza principal, donde hoy se alza la moderna cons–
trucción del inteligente artista don Miguel Arana. Hasta el
año de 1889, este sitio ostentaba un soberbio frontis de casa
señorial, pero cuyo interior, completamente derruído, sólo
servía de tambo para alojar a los arrieros que llegaban de la
costa trasportando mercaderías.
Era la matrona española mujer de una actividad sor–
prendente y de pasmosa habilidad; su talento y su fortuna la
hacían participar de las funciones del pequeño gobierno del
corregimiento, y su largueza y el buen trato que daba a los