EL AYLLU
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extremos que no satisfacen á la crítica mo–
derna. La identidad de disposiciones intelec–
tuales, insinuada por- el primero, no hace
sino aplazar la dificuldad. No ha podido
existir en América esa
identidad dada la
variedad de razas y del medio físico. Tam–
poco
la analogía de disposiciones puede
engendrar raíces comunes de lenguaje. Su
proposición e
aJ a en {Diena contradicción
con las leyes
Id
la fllolog ía comparaqa que
demuestran , "
xis-tencia de raíces iFreconci–
liables. De otro lado, las mismas necesidades
fisiológicas no producen los mismos sonidos.
¿Cómo se explicaría entonces la pluralidad
de lenguas?
En cuanto á D'Orbigny, el error á que
nos conduciría sería el de suponer que los
guaraníes se extendieron por todo el Conti–
nente, cuando p'or los historiadores colonia–
les, como por un estudio más exacto que se