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EL AYLLU
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Per.o si la filología no puede demostrarnos
el parentesco de sangre, demostrará la vin–
culación histórica ó
prehistóric~,
la comuni–
dad geográfica, el estado psicológico, la co–
rrelación de vida nacional, y últimamente, las
procedencias sociales. Si, por ejemplo, toma–
mos los pueblos neolatinos, cuyas similitudes
lingüísticas nos conducen
á
su fuente
común : el latín, la hermandad que de ellas
se deduce, no es étnica, una vez que el
imperio romano, al tiempo de su disgre–
gación, formábase de una federación de
pueblos, razas é idiomas. Todos estos
elementos convivían bajo el
imperium
romano, enlazados por el sutil y admirable
sistema nervioso de las leyes, adheridas á
una organización política más jurídica que
material, movidos por un solo espíritu y por
un mismo lenguaje oficial. En ese poderoso
y lato organismo palpitaba una psiquis colec-
J*