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EL AYLLU

Estas y otras referencias á un estado de

pleno salvajismo, no prueban nada contra la

antiquísima organización familiar del

ayllu.

Son testimonios simplemente de que anti–

guas naciones habían caído en degradación

completa desde épocas anteriores al descu–

brimiento de América. Verdad, que la dege–

neración que atribuímos á los pueblos ayma–

ras que en el alt iplano andino y comarcas

adyacent es esbozaron una civilización digna

de cons ideración , no puede extenderse á

todas iís tri bus del continente. Ha habido,

y hoy mismo existen, hordas salvajes que no

pasaron de las formas más rudimentarias

de

convivencia social y política. Ellas han vivido

y viven en pleno estado de salvajismo, sepa–

radas unas de otras, hablando dialectos par–

ticulares, que en el fondo revelan una pro–

cedencia común.

Prob~blemente,

á esta clase

de tribus, que pueblan aún vastas regiones