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EL AYLLU
Lo que se ve aquí es más bien una rela–
ción del poder económico y social de los
hombres. Ahora bien: esa posesión privile–
giada de los hombres deriva de la acumula–
ción de energías y prerrogativas que tuvo
siempre el sexo fuerte respecto del feme–
nino. Y si la poligamia fuera la consecuencia
de la comunidad sexual y del predominio
social de la mujer, no se explica que ella
exista siempre dentro de un régimen despó–
tico del hombre. 81 aymara hoy trata como
bestia á su mujer, con ausencia de las dul–
zuras domésticas, cuando se embriaga la
maltrata y estropea como un gaje de su dere–
cho marital. Las faenas, por pesadas que
sean, se reparten igualmente, sin distinción
de sexo, y, cuando emprenden viaje por los
ásperos y solitarios caminos de las serranías,
ella es quien va á pié tras de su marido,
caballero en el asno. Esa falta de benevolen-