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APOLOGIA DEL LIC. DON iATIAS

29

que desaparezcan los exempiares de este

libro, o para impedir a lo menos que sean

remitidos a Roma; Y solo en general pode–

mos decir, que es preciso , que haya sido

mui grande su diligencia, y actividad en

asegurarse, que ni por R oma, ni por España

se presente algun exernplar, con que des–

mentirlos; pues no se han descuidado en

asegurarse tambien, de que entre los Exje–

suitas E spañoles no se halla exemplar nin–

guno de la obra, aunque parece, que lo

debían de suponer, y dar por cierto. Saben

mui bien .... que los Jesuitas de España fui–

mos sorprehendidos repentinamente en

nuestros Colegios, que por las ordenes de

la Corte se nos prohibio traher libros algu–

nos, y aun debían de suponer, que, aunque

huvieramos tenido alguna franqueza, y li–

bertad, en un trastorno tan grande de todas

nuestras cosas, y en una tribulacion, y tra–

baxo tan sensible,

y

doloroso, no podiamos

estar de humor de cargarnos de libros para

venir desterrados a Italia.

«Con todo esso es evidentissimo, que_ poco

antes de la extincion de la CompaI1ia los

Comisarios Reales trataron de averiguar

esta cosa, aunque por entonces no se enten–

dio. El P.•

Fran.co

Xavier Idiaquez era ya

Provincial,

y

fue avisado por Domingo

Ezpeleta Coadjutor de nuestra Provincia,

que como Secretario, o Amanuense estaba

al lado de D.• F rancisco Coronel, de que su

amo havia recivido ciertas ordenes sobre

un libro de un tal Marin contra D.• Juan

de Palafox. Aprehendio el P. Provincial

por este aviso confuso de Ezpeleta, que se

buscaba este libro de Marin contra P alafox,

y que, si se encontraba en alguno de sus

subditos, se miraría como un delito, que

castigarían con la severidad, y rigor, que se

les antojase;

y

asi sabiendo, que tenia un

exemplar de dicha obra el I ." Francisco

Sierra, que estaba Retor en una casa de la

Provincia [de Castilla] establecida en el

lugar de San Pedro, le embio un orden exe–

cutivo de que lo quemase al instante,

y

assi

lo executo. T odo e:to lo he sabido por el

P.e Joaquin de Montoya, que era Secretario

del Provincial.

<1Los Comisarios Reales, despues de h a–

ver hecho sus pesquisas;

y

averiguaciones,

por medio de sus espias, de lo que huvo

entonces algun tufo ,

y

algunos indicios,

debieron de escrivir francamente a Roma,

que por aqui no se hallaba vestigio ninguno

de tal libro ;

y

asegurados con esto los que

promueven la Causa de Palafox, de que ni

por Roma, ni por Espalia, ni de parte de

los Ex-Jesuitas Espat1oles, podría ninguno

traher un exemplar de la obra de Marin,

con que desmentirlos, se resolvieron a po–

.ner en la respuesta del Abogado

(y

acaso

Alegato del Promotor) un parraphillo, que

en substancia dice assi: que se han hecho

las mas vivas,

y

exquisitas diligencias para

encontrar un libro de un tal D.

11

Mathias

Marin, que se decía escrito contra la

Vida

i'titerior

del V. Siervo de Dios , y que en

ninguna parte se hallaba ;

y

assi, que seria

cosa dura, que la Congregacion pusiese

precepto de que se presentase; pues es im–

posible cumplirle. Por tanto, que oe per–

suadian, que, aunque en otro tiempo huvo

algun rumor de este libro , nunca havia

llegado a imprimirse.

«Ha havido jamas en el mundo una su–

perchería tan infame, una hypocre ia tan

diabolica, una mala

fe

tan descocada

y

un

mentir tan grosero , tan insolente,

y

tan

desvergonzado como este de los Abogados,

y Postuladores de esta Causa en un escrito

de la mayor monta, de una materia gravis–

sima,

y

que se ha de presentar en un tribu–

nal respetabili sima compue to de Carde–

nales de la anta Iglesia, de Prelados,

y

de

authorizados Consultores? Con que no sa–

bían.... que se imprimía un buen tomo en

quarto del D.r D.• Mathias Marin, en el

que se impugna largamente la obra de su

Fr. Juan de la Anunciacion con el titulo

de la Innocencia vindicada?.... Busquenle

de buena fe,

y

con una mediana diligencia,

y

le encontraran en Roma. Pidanle a Es–

pafia, y sin mas que una ojeada superficial

por nuestras librerias,

y

Colegios, sino los

han quitado de allí para quemarlos, o es–

conderlos, les pudieran haver embiado do–

cenas, centenas , y aun millares de exem–

plares de la obra del Doctor Marin. Yo

puedo deponer,

y

lo depongo, si fuere nece–

sario, con juramento, que en el R eal Cole–

gí.o de alamanca,

y

su libreria havia tantos