APOLOGIA DEL LIC. DON iATIAS
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que desaparezcan los exempiares de este
libro, o para impedir a lo menos que sean
remitidos a Roma; Y solo en general pode–
mos decir, que es preciso , que haya sido
mui grande su diligencia, y actividad en
asegurarse, que ni por R oma, ni por España
se presente algun exernplar, con que des–
mentirlos; pues no se han descuidado en
asegurarse tambien, de que entre los Exje–
suitas E spañoles no se halla exemplar nin–
guno de la obra, aunque parece, que lo
debían de suponer, y dar por cierto. Saben
mui bien .... que los Jesuitas de España fui–
mos sorprehendidos repentinamente en
nuestros Colegios, que por las ordenes de
la Corte se nos prohibio traher libros algu–
nos, y aun debían de suponer, que, aunque
huvieramos tenido alguna franqueza, y li–
bertad, en un trastorno tan grande de todas
nuestras cosas, y en una tribulacion, y tra–
baxo tan sensible,
y
doloroso, no podiamos
estar de humor de cargarnos de libros para
venir desterrados a Italia.
«Con todo esso es evidentissimo, que_ poco
antes de la extincion de la CompaI1ia los
Comisarios Reales trataron de averiguar
esta cosa, aunque por entonces no se enten–
dio. El P.•
Fran.coXavier Idiaquez era ya
Provincial,
y
fue avisado por Domingo
Ezpeleta Coadjutor de nuestra Provincia,
que como Secretario, o Amanuense estaba
al lado de D.• F rancisco Coronel, de que su
amo havia recivido ciertas ordenes sobre
un libro de un tal Marin contra D.• Juan
de Palafox. Aprehendio el P. Provincial
por este aviso confuso de Ezpeleta, que se
buscaba este libro de Marin contra P alafox,
y que, si se encontraba en alguno de sus
subditos, se miraría como un delito, que
castigarían con la severidad, y rigor, que se
les antojase;
y
asi sabiendo, que tenia un
exemplar de dicha obra el I ." Francisco
Sierra, que estaba Retor en una casa de la
Provincia [de Castilla] establecida en el
lugar de San Pedro, le embio un orden exe–
cutivo de que lo quemase al instante,
y
assi
lo executo. T odo e:to lo he sabido por el
P.e Joaquin de Montoya, que era Secretario
del Provincial.
<1Los Comisarios Reales, despues de h a–
ver hecho sus pesquisas;
y
averiguaciones,
por medio de sus espias, de lo que huvo
entonces algun tufo ,
y
algunos indicios,
debieron de escrivir francamente a Roma,
que por aqui no se hallaba vestigio ninguno
de tal libro ;
y
asegurados con esto los que
promueven la Causa de Palafox, de que ni
por Roma, ni por Espalia, ni de parte de
los Ex-Jesuitas Espat1oles, podría ninguno
traher un exemplar de la obra de Marin,
con que desmentirlos, se resolvieron a po–
.ner en la respuesta del Abogado
(y
acaso
Alegato del Promotor) un parraphillo, que
en substancia dice assi: que se han hecho
las mas vivas,
y
exquisitas diligencias para
encontrar un libro de un tal D.
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Mathias
Marin, que se decía escrito contra la
Vida
i'titerior
del V. Siervo de Dios , y que en
ninguna parte se hallaba ;
y
assi, que seria
cosa dura, que la Congregacion pusiese
precepto de que se presentase; pues es im–
posible cumplirle. Por tanto, que oe per–
suadian, que, aunque en otro tiempo huvo
algun rumor de este libro , nunca havia
llegado a imprimirse.
«Ha havido jamas en el mundo una su–
perchería tan infame, una hypocre ia tan
diabolica, una mala
fe
tan descocada
y
un
mentir tan grosero , tan insolente,
y
tan
desvergonzado como este de los Abogados,
y Postuladores de esta Causa en un escrito
de la mayor monta, de una materia gravis–
sima,
y
que se ha de presentar en un tribu–
nal respetabili sima compue to de Carde–
nales de la anta Iglesia, de Prelados,
y
de
authorizados Consultores? Con que no sa–
bían.... que se imprimía un buen tomo en
quarto del D.r D.• Mathias Marin, en el
que se impugna largamente la obra de su
Fr. Juan de la Anunciacion con el titulo
de la Innocencia vindicada?.... Busquenle
de buena fe,
y
con una mediana diligencia,
y
le encontraran en Roma. Pidanle a Es–
pafia, y sin mas que una ojeada superficial
por nuestras librerias,
y
Colegios, sino los
han quitado de allí para quemarlos, o es–
conderlos, les pudieran haver embiado do–
cenas, centenas , y aun millares de exem–
plares de la obra del Doctor Marin. Yo
puedo deponer,
y
lo depongo, si fuere nece–
sario, con juramento, que en el R eal Cole–
gí.o de alamanca,
y
su libreria havia tantos