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APAREJOS PARA ADMINISTRAR

en las fuentes de donde se tomaron las no–

ticias para los artículos de Alegambe.

Más exacto el que le suministró los ma–

teriales para el del P. Bathe, cotno se de–

duce del mismo texto, avisa que hay un

libro suyo, cuyo título cuida de traducir

literalmente del castellano al latín, impreso

á nombre del Lic. D. Pedro Manrique por

el P. Creswell en Milán, el año, no de 1604

1

como se puso en la portada, sino de

I

6

14

1

como luego se corrige al fin. Eso era lo que

sobre todo nos hacía falta saber del libro del

P. Bathe, lo único tal vez que. de cierto

sabía el curioso investigador; y eso es lo que

exclusivamente quiso que constase en su

artículo.-En cambio, el autor ó inspirador

del segundo, debio de llegar á conocer ú

oir que, no solamente era el P. Creswell

editor de la obra castellana, sino también

traductor de la misma al inglés; por lo que

le presentó bajo los dos conceptos con al–

guna vaguedad, y acaso no demasiada pun–

tualidad, en el modo de expresarse. El ver–

dadero sentido de sus palabras creemos

que, en efecto, es que el P. Creswell impri–

mió, sin su nombre, en inglés , la misma

obra de cuya impresión castellana había

cuidado en Milán.

Pero ocurre aquí una nueva dificultad:

¿es cierto que existe la traducción que se

supone?-Los bibliógrafos modernos no dan

señales de haber tenido de ella otra noticia

que la que sacaron de los párrafos de

.A

le–

gambe y Sotuelo,que arriba transcribimos;

y, como no sea mala inteligencia nuestra de

las palabras de Sommervogel, hasta parece

éste asegurar que, si hay alguna traducción

de esta obra, es justamente nuestro texto

castellano: traducción hecha por el P. Cres–

well del original latino del P. Bathe, según

se trasluce de su

Dict1'om1.

(cols. 52, 1u7),

aunque en su

B1'blioth.

1

donde insiste de

nuevo en lo de la traducción castellana, no

aventura ya quién sea el traductor, ni quién

el autor primitivo de la obra (r, 1012).

A

nosotros, sin embargo, nos parece harto

claro que su autor debe de ser el P. Bathe,

no el P. Creswell; y castellana, no latina, la

lengua en que la escribió: para lo cual nos

fundamos en la materia misma de la obra,

y

en las condiciones de su autor.

Por lo pronto, no se puede negar que la

obra es simplemente una colección de cua

demos sobre la importancia y manera

d~

hacer los Ejercicios espirituales, como se

ve por su misma tabla que trae Sommervo–

gel (r, 1012-13). También es innegable que

el principal instrumento de que se valió el

P. Bathe, ó, más bien, Dios nuestro Señor

por medio de él , para el aprovechamiento

de sus prójimos,« fue vn singular do que co–

munico

a

este espiritualissimo Padre, de dar

los exercicios de N. P. S. Ignacio; esta gr-a–

cia fue ta rara,

g

hazia de las almas todo lo

q

queria: no se le vaciaua el aposento nunca

de gétes de todos estados, que venian

a

ser

instruidos del», según refiere el P. Nierem–

berg en su

Honor del Gra11 Patnºarca San

Ig11ac10

(pág. 752). - Lo cual supuesto,

nada más natural que el que no se conten–

tara tan hábil maestro con sólo consejos de

palabra, sino .que los pusiera también por

escrito; ni más obvio, que el que sus reglas

y enseñanzas se dieran en castellano, espe–

cialmente si atendemos á que « adode se

esmero mas lo

q

Dios obraua por medio de

los exercicios de S. Ignacio , fue en la

juventud flor de ingenios, que de toda Es–

paña concurre

a

aquella insigne Vniuersi–

dad [de Salamanca, donde él vivía]: pobla–

ronse los Monasterios de ouicios, veianse

muchos mor;;os .nobles en la flor de su edad

dar de mano

a

los passatiempos, y tratar

con todas veras del negocio de la saluacion

eterna», como añade el mismo P. Nierem–

berg (págs. 752-53).

Ninguna de estas circunstancias que con–

curren en el P. Bathe para darle por autor

castellano de la obra, conviene al P. Cres–

well para suponerle, no sólo autor, pero ni

traductor castellano. o consta, ciertamen–

te, que hasta los años de 1614

1

fecha de su

vuelta

á

las casas inglesas de Bélgica, tu–

viese tiempo siquiera ni ocasión para dedi–

carse á los sagrados ministerios, y más al

estudio pacífico de los Ejercicios espirituales,

ocupado como se hallaba en la superinten–

dencia de los Colegios y dirección de los

negocios de Inglaterra en España.- Menos

ocio necesitaba, ya lo vemos, la sencilla

traducción de una obra no muy extensa;

pero todavía el urgente apremio de los de-